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P17. Confesaos I vuestras ofensas II unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados III -V. La oración eficaz del justo puede mucho VI. (SANT 5:16).

I.  CONFESAR: Dicho de una persona: Expresar voluntariamente sus actos, ideas o sentimientos verdaderos (RAE). Declarar un error, una falta o un delito cometidos. Declarar algo que se mantenía en secreto por cualquier motivo (Oxford Languages).

♦ RECONOCER: Admitir como cierto algo (RAE). Aceptar sin excusas la responsabilidad de algo.

II. OFENDER: Humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos. Ir en contra de lo que se tiene comúnmente por bueno, correcto o agradable (RAE). Hacer que una persona se sienta despreciada o humillada mediante palabras o acciones (Oxford Languages).

♦INJURIAR: Agraviar, ultrajar con obras o de palabras (RAE). Ofender a alguien con hechos o insultos atentando contra su dignidad, honor, credibilidad, etc., especialmente cuando se hace injustamente (Oxford Languages). Es toda expresión proferida o acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona. https://es.wikipedia.org/wiki/Injuria.

III. Los creyentes debiéramos ser prontos en confesar voluntariamente las faltas cometidas contra el prójimo, en especial si estas afectan a hermanos en la fe. “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo” (Santiago 3:2). El admitir las ofensas abre la puerta para el PERDÓN y la reconciliación de las personas involucradas. Así también, la oración es importante y necesaria para fortalecer la convicción de perdonar y pedir perdón, además, repone la tranquilidad espiritual, sana el corazón lastimado por la ofensa y ayuda a liberarse de posibles sentimientos negativos residuales.

♦ PERDONAR, PERDÓN: Dicho de quien ha sido perjudicado por ello: Remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa (RAE). Olvidar [una persona] la falta que ha cometido otra persona contra ella o contra otros y no guardarle rencor ni castigarla por ella, o no tener en cuenta una deuda o una obligación que otra tiene con ella (Oxford Languages). El que perdona entiende responsabilidad premeditada en la acción considerada como ofensiva, perjudicial o agraviante, aun así, desestima el rencor, la venganza y la propia justicia en aras de intereses superiores. El perdón opta por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y afectado perdonante tengan la oportunidad de ser restablecidas en su totalidad con el tiempo. El perdón puede servir por un lado al ofensor para liberarse de la culpa, y, por otro lado, para que el ofendido se libere de posibles sentimientos de amargura.

El perdón no siempre implica que el ofensor sea liberado de alguna sanción legal, compensación, restitución, reparación o indemnización administrativa por su actuar. Se suele valorar el hecho de saber perdonar, aunque también el saber pedir perdón, porque implica reconocer la culpa y el daño cometido a la otra persona. El perdón no debe confundirse con el olvido inmediato o automático de la ofensa recibida, aunque, cabe la posibilidad. En diferentes situaciones el olvidar alguna ofensa o las consecuencias de algún agravio sufrido puede tomar cierto tiempo. Asimismo, el perdonar tampoco deberá confundirse con el término disculpar, ya que, el disculpar no asume responsabilidad intencional del agravio y suele aplicarse a situaciones menores. El estilo de vida del cristiano genuino es de perdón constante a su prójimo, puesto que, ha sido perdonado y es perdonado continuamente (Cuando solicita el perdón por sus pecados diarios al Creador). Como Dios le perdonó y le sigue perdonando, asimismo debe perdonar a los demás; porque sólo perdonando se puede ser perdonado. “Perdonad y seréis perdonados” (Lucas 6:37). («Perdón». En: Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/perdon/ Consultado: 25 de marzo de 2021, 5:15 pm.)

IV. Por otro lado, tenemos los pecados que cada quien comete de manera cotidiana, o también, pecados puntuales que se vienen arrastrando en cierta área de la vida. Respecto de esto, es importante que cada creyente considere seriamente la necesidad de confesar estas infracciones recurrentes a determinado cristiano que haya alcanzado adultez y madurez en la fe. La finalidad; “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2). “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18,19).

V. En el capítulo 11 de la primera carta los efesios, Pablo comenta acerca de la disciplina que Dios impartió para aquellos que tomaban la cena del Señor indignamente, es decir, no habiendo confesado apropiadamente sus pecados, o peor aún, ocultándolos. “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1. Corintios 11: 27-32). Vemos que las medidas correctivas del Creador a los santos de Éfeso, debido a su pecado, se traducían en permitir enfermedades, debilitamientos y hasta fallecidos en los casos más extremos. Con esto claro, se entiende que confesar los pecados y orar unos por otros trae sanidad espiritual en primer lugar, y también, puede traer la sanidad física a aquellos hermanos que por sus transgresiones deliberadas están siendo disciplinados por Dios a través de alguna dolencia en el cuerpo, “El que encubre sus pecados no prosperará, sin embargo, el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13). Cabe mencionar que no siempre será este el caso, es decir, que no todo creyente que sufra cierto debilitamiento en su salud necesariamente se deba a pecados ocultos o no declarados.

VI. El justo siempre orará primero para conocer la voluntad de Dios, la cual, muchas veces no estará en sintonía con los deseos o las propias expectativas, luego, orará para que esa voluntad se cumpla, pidiendo fortaleza para aceptarla con firme serenidad si así corresponde.

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