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P13. Hermanos, no murmuréis los unos de los otros I – V. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez VI. (SANT 4:11).

I. CALUMNIA: Acusación falsa o malintencionada para causar daño (RAE). Acusación o imputación falsa hecha contra alguien con la intención de causarle daño o de perjudicarle (Oxford Languages). Es una acusación falsa o malintencionada que se hace en contra del prójimo, sin importar que se tenga certeza de que la imputación surgió de una mentira. La calumnia inicia en la necesidad de lastimar y hacer daño a otra persona, incluso de propiciar su desestimación por parte de allegados y/o de la sociedad en general, en especial, si se trata de una figura pública. Quien inicia una calumnia sabe que está mintiendo y que su acusación carece de verdad. Así también, está al tanto de que este perjuicio se transmite y da a conocer muy rápido entre las personas. En ese sentido, la persona malintencionada y creadora de la calumnia está consciente de que va a perjudicar la reputación o la credibilidad de alguien en particular. En muchos casos, los medios de comunicación y las redes sociales son empleados para crear una calumnia con el fin de afectar la imagen, carrera, trayectoria o prestigio de una figura pública o de cualquier persona.

II. DIFAMAR: Decir en público o escribir cosas negativas en contra del buen nombre, la fama y el honor de una persona; en especial cuando lo dicho o escrito es falso (Oxford Languages). Desacreditar a alguien, de palabra o por escrito, publicando algo contra su buena opinión y fama (RAE).

III. MURMURAR: Hablar entre dientes, manifestando queja o disgusto por algo. Conversar en perjuicio de un ausente, censurando sus acciones (RAE). Hablar en voz muy baja, en especial manifestando una queja o un disgusto por alguna cosa. Hablar mal de una persona que no está presente (Oxford Languages). Murmurar es una de las actitudes tóxicas más habituales, pues implica criticar a una persona, o hablar mal de ella cuando no está presente. En muchos casos, esto deriva en una situación de hipocresía y chisme ya que el murmurante no expresa realmente su forma de pensar delante de ese alguien de quien murmura. Además, Revela un espíritu desconfiado y descontento que aumenta y propicia el caos. No olvidemos que también es posible caer en murmuraciones respecto de Dios. (CB. Matthew Henry 1999).

Ahora bien, la murmuración puede ser activa como pasiva:

a. Es activa cuando existe interacción verbal directa e intención concreta de las partes murmurantes respecto de un asunto.

b. Es pasiva cuando alguien guarda silencio frente a la murmuración, pero, presta oídos ansiosos y se deleita en la misma.

IV. Hay pocas actividades que atraigan tanto a las personas como el ESCUCHAR y TRANSMITIR historias denigrantes, en especial, de alguna autoridad del gobierno, de alguien en el centro de labores, de sucesos desafortunados en la congregación, de incidentes en el vecindario, de alguna persona conocida del entorno deportivo o del ambiente televisivo. Más aún, hay programas de televisión cuyo fondo es generar, propagar e incitar, la calumnia, la intriga, el chisme, la habladuría, el cotilleo. En ese sentido, haríamos bien en recordar lo que Dios ordena respecto del nuestro prójimo “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39). Está claro que amar al prójimo y generar, difundir o deleitarse en chismes o comentarios poco dignos acerca de alguien (así sean verdad) es incompatible con el carácter cristiano maduro.

V. Santiago no intenta decir que no se confronte deliberadamente el pecado en la iglesia local a fin de amonestar y mantener la integridad de la misma (hechos. 20:31; 1. Corintios. 4:14; Colosenses1:28; Judas 3). Lo que condena es la calumnia, la difamación, las falsas acusaciones que al parecer venían sucediendo entre miembros de la iglesia local de entonces. Para consternación del pueblo cristiano, esto no ha dejado de ocurrir a lo largo de la historia, y actualmente, es uno de los platillos favoritos de muchas personas incluyendo profesantes acérrimos del evangelio. (BDE. MacArthur, 2015), (CB. Matthew Henry, 1999).

VI. Por otra parte, si quebrantamos una ley deliberadamente nos colocamos por encima de la ley, en otras palabras, nos erigimos como jueces sobre la ley. Los creyentes estamos obligados a cumplir los mandamientos no a juzgarlos, en ese sentido, el que voluntariamente promueve o difunde calumnias, chismorreos, habladurías, cotilleos se levanta como juez sobre su prójimo y se atribuye el derecho de juzgarlo, usurpando la posición de Dios. No olvidemos que solo el Creador tiene el derecho de Juzgar, (Deuteronomio 32:39), (Santiago 4:11). Esto no quiere decir en ninguna manera que no se enfrente el pecado en la iglesia local cuando este sea verificado (Judas 3), pero sin caer en el morbo, todo lo contrario, expresando respeto y la motivación sana de corregir y ayudar en la disciplina eclesiástica.

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