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P1. Estad, pues, firmes I en la libertad con que Cristo nos hizo libres II, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud III. (GAL 5:1).

I. FIRMEZA: Entereza, constancia, fuerza moral de quien no se deja dominar ni abatir (RAE). Cualidad de lo que es estable o no se mueve. Voluntad inquebrantable y constancia en la realización de algo (Oxford Languages). Que es estable, que está bien apoyado, cimentado o sujetado, en consecuencia, no se mueve. Es aquello que está establecido en bases sólidas o fijado en fundamentales razones. Actitud tenaz de la persona que se mantiene en sus creencias, convicciones y propósitos. Voluntad inquebrantable y perseverancia en la realización de algo. Que no se deja dominar, abatir, o desplazar fácilmente de una posición, lugar o intención.

II. LIBERTAD: Estado o condición de quien no es esclavo. Estado de quien no está preso. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos (RAE). Todo pensamiento, decisión o acción que se lleva a cabo sin ningún tipo de presión externa para realizarla. Facultad y derecho de las personas para elegir de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad. Estado o condición de la persona que es libre, que no está en la cárcel ni sometida a la voluntad de otro, ni está constreñida por una obligación, deber, disciplina, entre otros (Oxford Languages). Emancipación espiritual del pecado. Poder obedecer a Dios libremente, ya que antes estábamos sometidos en esclavitud al pecado.

♦ LIBRES, LIBERTOS: Entre los griegos, la liberación o manumisión de esclavos tenía lugar mediante una ficción jurídica, es decir, el esclavo para recibir la libertad debía ser “comprado por un dios”. Como el esclavo no podía dar dinero, su dueño lo pagaba en la tesorería del templo en presencia del esclavo, luego se gestionaba una escritura pública que contenía las palabras «para libertad”. Nadie podía volver a someterlo a esclavitud, por cuanto pertenecía a un “dios”. A continuación, algunos aspectos de la libertar en cristo:

a. Libres de la condenación y la culpa:Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). Jesús llevó sobre Él toda la culpa y condenación por los pecados al morir en la cruz (Isaías 53). Es gracias a su muerte y su resurrección que el creyente regenerado es justificado y se le da la oportunidad de un nuevo comienzo y la seguridad de la vida eterna. Cuando se recibe el regalo de salvación, se acepta la responsabilidad por los pecados cometidos, se expresa verdadero arrepentimiento por los mismos y se deposita fe genuina en el salvador Jesucristo. Es decir, el cristiano acepta el sacrificio de Jesús a su favor, el cual se entiende como absoluto, total y suficiente. A saber, si el creyente eventualmente cayera en pecado, este ya no tiene peso de sentencia eterna desfavorable, ¿Por qué? porque Jesucristo logro la inmunidad condenatoria para el beneficiario de la gracia, más no inmunidad disciplinaria de Dios. En conclusión, una existencia regenerada está libre de la carga de la culpa por los pecados pasados, presentes y futuros. En Cristo se disfruta de una nueva vida como hijos de Dios, redimidos por Él y para Él. “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1. Juan 2:1).

b. Libres del dominio del pecado: “Él nos ha librado de la autoridad de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado, en quien tenemos redención, el perdón de los pecados(Colosenses 1: 13,14). La oscuridad o el pecado no tienen más poder sobre los creyentes verdaderos. Gracias a Jesús y a Su obra redentora en la cruz se tiene perdón total y definitivo de las transgresiones. En la nueva vida, Dios orienta a sus hijos con Su luz, no se anda más en tinieblas (Juan 8:12). El Espíritu Santo nos guía y muestra lo que agrada a Dios, así también, nos ayuda a vivir en Su voluntad.

c. Libres de la muerte eterna: “Porque la paga del pecado es muerte; mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos: 6:23). El pecado solo trae un pago merecido que es la muerte, el cual, la humanidad ganó con no poco entusiasmo. Por otro lado, la gracia, la misericordia de Dios trae reconciliación y vida eterna que Cristo logró por y para los creyentes. En Cristo se tiene una dádiva que no es por merecimiento o que se pueda alcanzar con esfuerzo alguno. En conclusión, la muerte no tiene más poder sobre los genuinos creyentes porque Cristo la venció con Su resurrección. El cuerpo físico es mortal, pero el alma del cristiano regenerado vivirá con Cristo por la eternidad.

d. Libres de la ira justa de Dios: “luego, siendo ya justificados por su sangre, cuánto más por medio de él seremos salvos de la ira”. La Biblia habla del día de la ira de Dios (Sofonías 1:14-18; Isaías 22:5). En ese día Dios juzgará el pecado, la desobediencia y toda rebelión contra Él. Sin embargo, Él mismo proporcionó la solución para que los creyentes sean libres de Su ira. ¡Jesús! A través de Él se recibe el perdón de los pecados y el favor de Dios por medio de la fe.

e. Libres del miedo: busqué a JEHOVA, y Él me oyó y me libró de todos mis temores” (Salmos 34: 4). Esta bendición puede ser la experiencia de todos los que miran al SEÑOR. Sus caras expresarán, la seguridad, la alegría y la confianza que solo el Altísimo puede desplegar. Es el deseo del Creador romper las ataduras y liberar a sus hijos de los miedos y temores. Por tanto, Él ha dispuesto un potencial en cada uno de los creyentes y quiere que lo usen para la gloria del Creador. Al igual que el salmista David, los cristianos podemos experimentar la libertad de Dios al buscar Su rostro y Su presencia, pasando tiempo con Él y dejando que nos llene con Su Espíritu Santo.

f. Libres de intentar ganar nuestra salvación: porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10: 4). Cristo es el objetivo de la ley, en el sentido de que Él fue el único capaz de satisfacerla en su plenitud, y, en el proceso, invalidarla definitivamente como canal de expiación de pecados. Ahora tenemos a Cristo como único medio salvífico para los hombres. Por más que el ser humano intentó cumplir la ley de moisés cabalmente, nunca jamás pudo hacerlo, fallando de palabra, intención o hecho. Pero, la obra de Jesús en la cruz es perfecta y cuando aceptamos que Su sacrificio tiene poder para limpiarnos de toda maldad, salimos de la opresión que representa el intentar ganar la salvación por cuenta propia a través de las obras. Solo a través de Cristo recibimos la justicia de Dios y la salvación eterna. La ley no logra justificar a nadie, pero todo el que en Jesucristo es justificado recibe perdón de pecados y vida eterna (Hechos 13:38-39).

g. Libres para acercarnos confiadamente a Dios: “Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo (es decir, Su cuerpo)” (hebreos 10: 19,20). El tabernáculo de Israel estaba dividido en dos habitaciones separadas por un velo de tela azul, púrpura y escarlata. El velo estaba colgado de los broches, y ahí, detrás del velo estaba el arca del testimonio. El velo servía como división entre el lugar santo y el lugar santísimo. El propósito de este velo era evitar la entrada de personas extrañas, solo el sumo sacerdote podía entrar una vez al año en el día de la expiación. Ahora bien, La única manera de que el sumo sacerdote pudiera permanecer vivo en el lugar santísimo era esparciendo la sangre del cordero sacrificado por sus propios pecados, primeramente. El sumo sacerdote era un tipo de “mediador” entre Dios y el pueblo, esta figura litúrgica enfatizaba la santidad requerida para acercarse al Creador, de lo contrario, la paga era la muerte, por tanto, las personas comunes debían mantenerse alejados del lugar santísimo. El sacrificio expiatorio Jesús cambió eso, pues el mismo derramó Su propia sangre en expiación por los pecados. Además, cargó nuestras culpas y abrió el camino para acceder directamente a Dios Padre. Ya no es necesario hacer más ritos y sacrificios. ¡Cristo, el Cordero de Dios es suficiente, pleno, perfecto, categórico! Y gracias a Él, podemos acceder en confianza al Padre, recibir Su perdón y Su amor (Efesios 3:12).

III. Un creyente que incurre en legalismo expresa un estilo de vida rígido, duro, inflexible, severo, carente de color y gozo. Para un creyente liberado significa un reto constante, una vida llena de sorpresas y también de riesgos y pruebas. Caminamos y vivimos no por vista sino por fe, llenos de expectación, positivismo y optimismo. La persona que hace del legalismo el principio de su vida para alcanzar la salvación se encuentra en la posición de un esclavo, mientras que, la persona que hace de la gracia el fundamento de su vida es libre porque descansa en Jesucristo y Su gracia redentora. También tiene que ver con no volver a ser esclavos del pecado. como lo expresó Agustín de Hipona, la máxima cristiana es: » Ama a Dios, y haz lo que quieras”. Es el poder del amor, y no la obligatoriedad de los mandamientos lo que mantiene al cristiano en buenos términos con Dios porque el amor es más poderoso que la Ley. Aun así, siempre estará la convicción y potencia de la legislación para los momentos de flaqueza (CB. W. Barclay, 2006), (CB. Matthew Henry, 1999), (CB. Warren W. Wiersbe, 2019).

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