P14. No paguéis a nadie mal por mal I; procurad II lo bueno III delante de todos los hombres IV, V. (ROM 12:17).
I. MAL: Lo contrario al bien, lo que se aparta de lo lícito y honesto. Daño u ofensa que alguien recibe en su persona o propiedad (RAE). Modo que no se considera correcto o adecuado de acuerdo con una norma sobreentendida, o de forma total o parcialmente contraria a lo que se supone o espera que debería ser u ocurrir (Oxford Languages).
II. PROCURAR: Hacer diligencias o esfuerzos para que suceda lo que se expresa (RAE). Intentar conseguir o lograr un objetivo o un fin (Oxford Languages).
III. LO BUENO, EL BIEN: En la teoría de los valores, la realidad que posee un valor positivo y por ello es estimable (RAE). El cristianismo entiende el bien como el valor otorgado al actuar de una persona bajo los estándares legislativos y morales de Dios. El Creador determina y deja claro en Su palabra que es el bien o lo que debemos entender como lo bueno. En consecuencia, aunque tenemos cierta suficiencia para hacer “cosas positivas“, el hacer el bien será una capacidad que solo lograremos, conociendo, entendiendo, meditando y practicando con rigor lo que Dios dice que es el bien o lo bueno. Por otra parte, un verdadero cristiano renacido presenta como evidencia de su posición una nueva relación con el pecado. Esto es, detestar, despreciar, aborrecer, odiar el pecado. Por el contrario, su deleite y alegría está en practicar lo bueno, lo recto, lo íntegro, lo justo, lo intachable, lo honorable en todo contexto de su vida.
IV. El creyente que busque obedecer a Dios tendrá oposiciones en diferentes escenarios. Este rechazo puede emerger en el trabajo, en la casa, en la congregación, en las amistades o en cualquier lugar. Ahora bien, es importante discernir si esta resistencia nace en la falta de amor, paciencia, empatía, generosidad o mal testimonio del creyente. Vale decir, si el conflicto es por cumplir las disposiciones de Dios o porque el cristiano tiene una actitud ofensiva e imprudente hacia sus semejantes. Por otro lado, un cristiano genuino no deberá tratar de tomar represalias, desquites o revanchas hacia quien considera que lo afectó o lo agravió gratuitamente. Por el contrario, debiera orar a Dios para ser fortalecido y así poder perdonar y bendecir al ofensor, además de dejar la justicia en manos del Todopoderoso. No siempre será fácil pagar BIEN por MAL, debido a que, muchas veces la sociedad en la que vivimos promueve pagar bien por bien o mal por mal, pero, no olvidemos que debemos vencer al mal con el bien (Romanos 12:21). Siempre será importante mirar más allá de la ofensa para ver cómo se puede ayudar o porque el ofensor hizo lo que hizo, si fue circunstancial o un proceder recurrente y premeditado. “Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mateo 5:39-42).
V. El cristiano debiera descansar en un carácter piadoso, misericordioso, compasivo y sereno, no voluble, fluctuante o volátil, es decir, llevado de aquí para allá por el insulto, la ofensa o alguna reacción desafortunada que solo traerá tristeza, vergüenza y arrepentimiento. Ahora, esta madurez solo se logra en una continua comunión con Dios, estudiando Su palabra y entendiendo que nuestras ofensas y pecados hacia Él fueron cuantiosas, numerosas y rebosantes. No obstante, Dios, lejos de vengarse de nosotros, nos reconcilió con Él a través de la propiciación de Jesucristo (2. Corintios 5:18), en quien, nuestras transgresiones fueron castigadas y saldadas en su totalidad. Dios mismo en su infinito amor asumió las consecuencias del pecado que su justicia demanda. (CB. W. Barclay, 2006), (CB. Matthew Henry, 1999).