P8. En lo que requiere diligencia I, no perezosos II; fervientes III en espíritu, sirviendo al Señor IV. (ROM 12:11).
I. DILIGENCIA: Cuidado y actividad en ejecutar algo. Prontitud, agilidad, prisa. Poner todos los medios para conseguir un fin (RAE). Virtud dinámica con la que se combate la pereza (Diligencia – Wikipedia, la enciclopedia libre). Distingue a un individuo que imprime esmero, eficacia, eficiencia y excelencia en la realización de sus trabajos, tareas o encargos. Una persona diligente es responsable y consecuente en sus compromisos y obligaciones. Además, demuestra capacidad y competencia para encontrar soluciones y salidas a los diferentes inconvenientes o dificultades. («Diligente». En: Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/diligente/ Consultado: 16 de septiembre de 2020, 10:15 am.).
II. PEREZOSO: Negligente, descuidado o flojo en hacer lo que debe o necesita ejecutar. Tardo, lento o pesado en el movimiento o en la acción (RAE). Persona que tiene poca disposición para hacer algo que requiere esfuerzo o constituye una obligación, especialmente trabajar (Oxford Languages).
III. FERVOR: Celo ardiente hacia las cosas de piedad y religión. Entusiasmo o ardor con que se hace algo (RAE). Energía o entusiasmo espiritual para hacer lo que se debe hacer. No tiene que ver mucho con el interés o la curiosidad, sino con la perseverancia, la disciplina, el empeño y la dedicación respecto de lo que se ha decidido hacer. La carne puede ser perezosa muchas veces, de ahí la exhortación a ser fervientes en el espíritu para servir al Señor.
IV. El servicio al Señor no admite falta de compromiso o desinterés de nuestra parte. Con todo, lamentablemente es lo que muchas veces se percibe en la realidad de muchos creyentes y congregaciones. El trabajar en los asuntos de Dios deberá expresar un corazón entusiasta, devoto, apasionado, con plena y continua dedicación al ministerio que el Altísimo determine según corresponda. Esto no quiere decir que no haya momentos de debilidad o decaimiento espiritual. Sin embargo, es responsabilidad de todo creyente no contristar o apagar el Santo Espíritu (Efesios 4:30) (1. Tesalonicenses 5:19).