P2. No reine I, pues, el pecado II en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis III en sus concupiscencias IV; ni tampoco presentéis V vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad VI, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos VII, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia VIII. (ROM 6: 12, 13).
I. REINAR: Dicho de una cosa que prevalece o persiste continuándose o extendiéndose (RAE). Algo que existe en un lugar o en un tiempo con cierta continuidad o persistencia (Oxford Languages). Es responsabilidad de todo creyente no permitir que el pecado lo domine, lo subyugue, lo sujete o se enseñoree nuevamente de su vida. Si bien es cierto que los creyentes genuinos ya no practican el pecado como estilo de vida, también es una realidad que este sigue latente en todo momento. Por lo cual, hacen bien los cristianos en mantenerse alertas, despiertos y pendientes, pues la carne no redimida (1. Pedro 3:21), buscará incansablemente la oportunidad para manifestarse y consumar la infracción. Por otro lado, sin la ayuda y obediencia al Espíritu Santo que mora en los verdaderos creyentes sería, más que imposible vivir eficazmente la vida cristiana. (CB. W. Hendriksen 2000).
II. PECADO: Cosa que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido (RAE). Pensamiento, palabra o acción que, en una determinada religión, se considera que va contra la voluntad de Dios o los preceptos de esa religión (Oxford Languages). Insuficiencia del ser humano para conformarse o ajustarse a la ley de Dios (Diccionario Baker 2019). Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley (1. Juan 3:4 – Biblia / RVR 1960). Anomalía congénita moral. Defecto de forma y de funcionamiento que incapacita al individuo para ajustarse a la normativa del Creador. Pensamiento, palabra, orientación, actitud, acción, omisión o indiferencia que transgrede, infracciona, vulnera o va en contra de la naturaleza santa y perfecta de Dios expresada en Su legislación. Por lo cual, el individuo pecador no solo se constituye en transgresor penal de la ley, sino también, en ofensor moral del Creador. Para graficar la magnitud del pecado lo enmarcaremos en términos judiciales humanos. Los pecados que comete una persona natural (no regenerado) originan en su contra un expediente, el cual, deviene en una acusación “fiscal”, luego de las evidencias irrebatibles que prueban los delitos se pronuncia el veredicto de CULPABILIDAD, seguidamente una “sentencia de muerte” (acta de los decretos) es emitida en desfavor del pecador (Romanos 6:23). Por otro lado, el pecado en el creyente genuino ya no es punitivo judicialmente, sin embargo, si estos no son declarados ante Dios para el perdón respectivo (1. Juan 2:1) y, peor aún, si se mantienen en el tiempo, las medidas correctivas de Dios llegarán en algún momento (hebreos 12:6,7). Sin olvidar, que estas transgresiones limitarán el crecimiento espiritual y detendrán el desarrollo de propósito en el converso.
III. OBEDECER: Cumplir la voluntad de quien manda (RAE). Cumplir la voluntad de quien manda o lo que establece una ley o norma (Oxford Languages). Aceptar y llevar a cabo las disposiciones de quien tiene autoridad para ordenarlas.
IV. CONCUPISCENCIA: Deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos (RAE). Deseo de bienes materiales o terrenos, en especial deseo sexual exacerbado o desordenado (Oxford Languages). Gratificación de los apetitos ilegítimos de cualquier clase, pero probablemente referido especialmente a los pecados sexuales (CB. W. MacDonald, 2004). Complacencia en el deseo de lo malo y lo prohibido. Ansia intensa y a menudo violenta, desordenada, desbocada, desequilibrada, de bienes materiales o deleites terrenales. Además, deseos sexuales exacerbados, descontrolados, frívolos o lascivos que están prestos a manifestarse en una actividad corporal. También, toda clase de antiprincipios como el odio, la mentira, la envidia, las rivalidades, las iras, la codicia, avaricia, la soberbia y demás.
V. PRESENTAR: Acondicionar las cosas convenientemente y hacer lo necesario para un fin determinado (RAE). En el contexto implica disponer por intención, descuido, desconocimiento o negligencia nuestros cuerpos al alcance del pecado.
VI. INIQUIDAD: Maldad, injusticia grande (RAE). Injusticia o gran maldad en modo de obrar (Oxford Languages). Cualidad que expresa gran entusiasmo, orgullo, regocijo, disfrute, agrado y satisfacción al momento de pecar o complacerse con el pecado. Es el irrespeto deliberado y la no sujeción premeditada a la autoridad de Dios. Ausencia del bien. La iniquidad también es entendida como una inclinación habitual que manifiesta una persona a reincidir voluntariamente en determinadas faltas. Expone un patrón de conducta que lo sumerge en un círculo vicioso donde una cosa lleva a la otra. La persona cae en un proceso continuo de concesiones o transigencias que conformarán la materia prima para la producción de “pecados dominantes y/o persistentes”.
VII. “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1). Toda persona natural está muerta espiritualmente mientras viva bajo el yugo del pecado. Sin embargo, cuando es regenerada y salvada por la gracia de Dios, el Santo Espíritu viene a morar en ella, dándole vida en Jesucristo, por lo cual, deberá ahora esforzarse y presentarse como ofrenda viva para su Creador. Es necesario mortificar el pecado y sujetar la carne constantemente, así podremos ser utilizados para edificación del cuerpo de Cristo y para luchar contra el enemigo.
VIII. JUSTICIA OPERATIVA O PRÁCTICA: Principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece (RAE). Principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde (Oxford Languages). Todo lo que se conforma, todo lo que se ajusta y todo lo que refleja la naturaleza y legislación del Creador. Denota rectitud, integridad, un estado de conducta irreprensible o excelencia moral. Esto, ya sea que se juzgue en base a normas divinas o humanas. La justicia operativa es fruto del Espíritu (Efesio 5:9). Para esto es importante la oración incesante, el estudio de las escrituras, la obediencia y el andar continuo en el Espíritu Santo. No hay otra manera de lograr ejemplaridad moral verdadera.