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P1. Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano I la gracia II de Dios. Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación III te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación IV, V. (2. COR 6:1,2).

I. VANO, VANA: Hueco, vacío y falto de solidez. Inútil, infructuoso o sin efecto. Falto de realidad, sustancia o entidad (RAE). Que está vacío, sin contenido (Oxford Languages). Vaciedad en cuanto a logros, objetivos, propósito o finalidad positiva. No alcanzar los resultados para lo que fue dispuesto o preparado.

II. GRACIA: Don o favor que se hace sin merecimiento particular; concesión gratuita. Perdón o indulto (RAE). Influencia divina sobre el corazón de una persona y su reflejo positivo en la vida práctica y el carácter de la (BDE Palabra Clave 2016). Concesión gratuita que se recibe sin ser digno de la misma. Beneficio que se acepta sin ningún tipo de mérito o derecho. En ese sentido, la gracia salvadora implica “doblarse o inclinarse” en favor benevolente hacia alguien que inspira compasión. (Gran diccionario enciclopédico de la biblia, Clie, 2013).

Dios en Su infinito amor y soberanía es la fuente de toda clemencia salvadora, y, es Él, quien da la iniciativa frente la humanidad pecadora y condenada (Romanos 3:23,24). La gracia va más allá de un concepto, pues es una experiencia que viven los creyentes perdonados y salvados en Cristo Jesús. El Creador dispone Su gracia para todos aquellos que han transgredido Su legislación y pecado contra Él (Romanos 6:23). Además, es una realidad que capacita al cristiano genuino para vencer el pecado y la injusticia, así como, para descubrir la voluntad de Dios en cada situación concreta (2. Timoteo 1:19). La gracia siempre opera desde dentro, transformando al creyente para que sus obras de hombre regenerado sean originadas en el interior, desde la mente renovada por el favor del Creador (Efesios 2:10). Así también, el ir creciendo en la gracia implica madurez en la fe, santidad progresiva evidente, y, adultez en la manera de pensar y actuar frente a las vicisitudes de la vida diaria. De igual manera, tolerancia y mansedumbre en la continua interacción con el prójimo interno (creyente) y el externo (inconverso).

III. SALVACIÓN: Consecución de la gloria y bienaventuranza eternas (RAE). Toda persona es culpable de pecado y lo único que puede recibir en retribución justa a su extravío es la separación eterna de Dios en el infierno. La salvación implica excepción condenatoria para el pecador, perdón de sus transgresiones, regeneración espiritual, declaración de justicia, santificación definitiva y glorificación o vida eterna. Todo esto por medio de la fe en Jesucristo como única base virtuosa y legal de salvación, aceptando su muerte expiatoria en favor nuestro. “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Así de simple y complejo, no hay más, o estamos dentro o estamos fuera, o somos salvos o no lo somos, no hay términos medios ni terceras opciones con Dios, o somos por Él o en contra de Él, “El que no es conmigo, contra mí es” (Lucas 11: 23ª). Es necesario nunca olvidar que, aunque la salvación es por gracia, es decir gratuita para el ser humano, alguien tuvo que pagar (expiación sustitutoria, 1. Pedro 3:18). En este caso fue Jesucristo (Dios Hijo) recibiendo la ira de Dios Padre por el pecado del hombre.

•  “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3:18 – 20).

•  “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).

•  “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3: 23 – 26).

•  “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:6-10).

•  “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).

•  “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30,31).

•  “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20: 15).

•  “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21: 8).

IV. Muchos han creído en Cristo y lo reconocen intelectualmente como su salvador. Cuando comienzan en la fe, lo hacen con ánimo, pasión, con muchas ganas de obedecer a Dios y servirle. Oran constantemente, leen mucho la palabra, quieren ser útiles dentro de la iglesia, visitan a los enfermos, quieren estar estudiando con otros hermanos, dicho de otra manera, muchos inician muy animados y motivados. Sin embargo, para algunos ese impulso vertiginoso solo es a corto plazo, pronto se desaniman, se cansan y hasta se apartan del camino. Otros empiezan a saltar de iglesia en iglesia, buscando alguna que se ajuste a sus creencias o conveniencias, y otros, se alejan escuchando doctrinas saturadas de errores. Su lealtad, amor y obediencia a Dios, solo alcanzó para un poco de tiempo. Muchos duran un poco más, tal vez meses o aun años, hasta que, finalmente caen en el desaliento y también terminan tomando distancia. Otros adaptan su fe, su obediencia y compromiso en función de sus emociones, son inconstantes, siempre parecen visitantes. Estas personas posiblemente nunca se aparten, pese a ello, hierran al creer suficiente delante de Dios lo poco que hacen u obedecen. Varios continúan con mucho ánimo y dedicación, perseveran en la fe, son constantes, sin embargo, eventualmente tornan su obediencia a sus intereses, ya no tienen los mismos deseos e intenciones de agradar a Dios. Sus obras son cada vez menos, ya no tienen la misma pasión, el mismo empuje, se conforman con ser cristianos que cumplen todos los domingos, pero no van más allá de esto. Con todo, es importante mencionar que absolutamente nadie es perfectamente constante ni continuo en el andar cristiano, esto, sin perjuicio de ofrecer nuestro mejor esfuerzo.

V. El apóstol Pablo interpela a los corintios, así como a todo creyente en todo lugar, a no recibir en vano la gracia de Dios. Esto es una exhortación a no descuidar, desaprovechar, desperdiciar o volver infructuosa la gracia que Dios ha concedido. A saber, que los frutos y obras de la gracia sean manifiestos en el terreno práctico de la vida cristiana, en las relaciones con los demás y como testimonio vivo de ser nueva creación en Jesucristo (Efesios 2:10). Por otro lado, también anima a los que “no son verdaderos cristianos”, a no desaprovechar la oportunidad de salvación que Dios ha mostrado. La gracia exige reconocimiento y arrepentimiento de la condición caída y sus consecuencias (pecados) para volverse al Creador de todo corazón. Es una oferta por tiempo limitado y no se sabe cuándo expirará su vigencia. Si continuamente el ofrecimiento de la gracia es rechazado, llegará el momento en que ya no esté disponible. La gracia de Dios está ahora al alcance, pero si voluntariamente se elige tomar un camino diferente, se deberá asumir las consecuencias de tan desafortunada elección.

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