P10. Huid I de la fornicación II. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo, más el que fornica, contra su propio cuerpo peca III. (1. COR 6:18).
I. HUIR: Apartarse de algo malo o perjudicial. Alejarse precipitadamente de un lugar, de un escenario o de una persona por temor o para evitar un daño, un peligro o una consecuencia no deseada (RAE). Alejarse precipitadamente de un lugar o de una persona por temor o para evitar un daño o un peligro (Oxford Languages).
II. FORNICAR: Tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio (RAE). Relación sexual, coito o acceso carnal entre un hombre y una mujer que no están unidos en matrimonio. En ese sentido, la única razón de la fornicación es satisfacer los deseos físicos de los involucrados, pero, sin ningún tipo de compromiso legítimo entre las partes. El término fornicar también alcanza cualquier tipo de inmoralidad o disidencia sexual como: adulterio, pornografía, masturbación, promiscuidad, incesto, homosexualismo masculino y femenino, bestialidad, fantasías sexuales ilícitas, pedofilia, prostitución, practica contranatural, entre otros. (CB. Matthew Henry 1999).
III. Muchos pecados pueden derrotarse con fortaleza y resistencia, ya que el escenario de actuación está fuera del cuerpo. No obstante, acerca del pecado de fornicación, no hay pelea que valga, ni esfuerzo in situ que resulte victorioso. El comandante en jefe ordena recoger el equipo, salir de la trinchera y huir con dignidad. El que decida quedarse a presentar batalla frente a este pecado será derrotado una y otra vez, y, asumirá las consecuencias que no sólo afectan el propio cuerpo y la mente, sino también, el cuerpo de Cristo al que está unido. Cuando el alma de un creyente se enlaza a Cristo por fe, toda la persona es hecha miembro de un mismo cuerpo espiritual. El creyente es redimido de la condenación y de la esclavitud por el sacrificio expiatorio del Salvador para ser limpio y a disposición del Creador. Por lo cual, el glorificar a Dios con el cuerpo y el espíritu será la conducta hasta el último momento de su vida. En otras palabras, el converso debiera más que enfocarse en sus derechos, en sus deberes como siervo de Dios. No puede hacer lo que le apetezca porque no es propietario de sí mismo, sino que fue comprado a gran precio y deberá considerarse como propiedad absoluta del Creador (1. Corintios 6:20). A saber, el pago realizado no fue una ficción piadosa, sino una transacción real y legal que Jesucristo efectuó a Dios Padre como rescate por los creyentes (1. Pedro 1:18,19). (BDE. Mundo hispano, 2012), (CB. W. Barclay, 2006).