P15. Absteneos I de toda clase de mal II – IV (1. TES 5:22).
I. ABSTENERSE: Contenerse o refrenarse, apartarse (RAE). Negarse a participar de lo que se tiene al alcance. Autocontrolarse respecto de acciones, pensamientos o circunstancias plenamente accesibles. Una persona no podría abstenerse de algo si no tiene las posibilidades y los deseos de obtener o consumar ese algo.
II. LO MALO, MALDAD, IMPIEDAD: De valor negativo, falto de las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza, función o destino (RAE). Acción mala e injusta (RAE). Falta de piedad, compasión o virtud (RAE). La idea de mal o maldad se asocia a las conductas y comportamientos humanos que se consideran perjudiciales, destructivos o inmorales y son fuente de sufrimiento moral o físico. Desde este segundo punto de vista menos general y vinculado a lo humano, se denomina más bien perversidad (https://es.wikipedia.org/wiki/Mal). Cualquier pensamiento, sentimiento, acción u omisión consentida o deliberada que infraccione la justicia, la rectitud, la verdad, el honor, la virtud o las leyes de Dios. La maldad empieza con una disposición del corazón que seguidamente comprometerá la funcionalidad motriz del individuo (conducta y comportamiento). Esto se traducirá en acciones negativas (reales o virtuales) que definirán el carácter de aquellos que se entregan a la impiedad para desdicha propia. También implica el deleite en planear o consumar una mala obra, además del placer malicioso que produce el conocer algo negativo del prójimo. Transitar sin reparos el sendero de la maldad puede conducir a un punto sin retorno, con una total hostilidad por el Creador y Su legislación, en consecuencia, una acelerada corrupción de los principios y valores humanos (Romanos 1:28-32). Contra ello se revela el profeta Isaías clamando: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo, que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz, que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20). El Señor Jesús reveló el origen de toda la maldad humana, el problema es interno, “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). (CB. W. Barclay, 2006) (CB. Matthew Henry, 1999).
♦ INIQUIDAD: Maldad, injusticia grande (RAE). Injusticia o gran maldad en modo de obrar (Oxford Languages). Cualidad que expresa gran entusiasmo, orgullo, regocijo, disfrute, agrado y satisfacción al momento de pecar o complacerse con el pecado. Es el irrespeto deliberado y la no sujeción premeditada a la autoridad de Dios. Ausencia del bien. La iniquidad también es entendida como una inclinación habitual que manifiesta una persona a reincidir voluntariamente en determinadas faltas. Expone un patrón de conducta que lo sumerge en un círculo vicioso donde una cosa lleva a la otra. La persona cae en un proceso continuo de concesiones o transigencias que conformarán la materia prima para la producción de “pecados dominantes y/o persistentes”.
III. Abstenerse de todo mal implica una santidad práctica, progresiva y premeditada. Como creyentes, no es posible evitar absolutamente todo lo malo, puesto que, vivimos en un mundo caído, pecaminoso, corrompido y a la sazón nuestra carne no ha sido redimida (1. Pedro 3:21). Sin embargo, podemos en manifiesta diligencia, asegurarnos de no facilitar al enemigo un puerto de acceso a nuestra vida, así como estar atentos a los malos deseos que se levantan para exigir atención. Lograremos esto:
• Distinguiendo y evitando deliberadamente situaciones de tentación en cualquier área de nuestra vida.
• Estando alertas para rechazar el mal de cualquier índole o procedencia. En el trabajo, en el entorno social, en la interacción con otros cristianos, en el círculo familiar, etcétera.
• Estudiando las escrituras para conocer la voluntad determinada del Creador en diferentes ámbitos. Conocer la palabra de Dios y Su voluntad explícita imprimirá en el cristiano un discernimiento correcto del bien y el mal.
• Atendiendo las alertas del Espíritu Santo. Sabemos que Él mora en los creyentes genuinos y es importante mantenerlo vigente y encendido a máxima potencia en toda ocasión. Generalmente el Espíritu Santo previene acerca de alguna situación que contradice Su naturaleza Santa. Seamos agudos a esas incomodidades que sentimos por parte del Espíritu Santo y obedezcamos Su dirección.
• Practicando la obediencia incondicional a Dios.
• La oración es capital en la santificación progresiva.
• Etcétera…
IV. SANTIDAD: Implica llevar la semejanza moral de Dios en una vida activa de oposición al pecado (CB. Simón J. Kistemaker, 2001). La santidad define la naturaleza y conducta nuevas del creyente engendrado y salvado por Dios (BDE. MacArthur, 2015). Adrede separación de toda impureza y corrupción, así como, una voluntaria renunciación a los pecados generados en los deseos de la carne y de la mente (Teología sistemática. L. Berkhof, 2005). La santidad no se refleja en especulaciones místicas, devociones entusiastas, fervores desbordados, abstinencias penitentes o lenguaje religioso sofocante, sino, en pensar como el Creador lo hace y querer lo que Él quiere. En ese sentido, la mente y la voluntad del Creador deberán saberse, comprenderse y practicarse en función a su palabra escrita (la biblia). Ahora bien, en la medida que entendamos y creamos Su palabra revelada, haremos Su mente nuestra mente y su voluntad la nuestra. (Teología sistemática, Jhon Macarthur – Richard Mayhue, 2018). La santidad cristiana no consiste en una conformidad laboriosa con los preceptos específicos de un código externo, sino que surge de la operación del Santo Espíritu, quien produce su fruto en el creyente genuino, dando a conocer las manifestaciones de la gracia que, se veían a toda perfección, en vida y ministerio de Cristo (CENT. Ernesto Trenchard, 2013). Entendida como apartarse deliberadamente del pecado o cualquier circunstancia que lo promueva, lo propicie o lo estimule. Acerca de la santidad, si bien hay esfuerzo invertido por parte del creyente para ser oportuno respecto de esta virtud, la misma se origina en el interior de la persona. Es decir, desde una mente renovada por la gracia de Dios (Efesios 2:10) que, vincula la recuperación moral práctica del ser humano para los propósitos del Creador. Es importante mencionar que la lectura y el estudio riguroso de las escrituras, así como la oración incesante y la obediencia viva, influirán definitivamente en la santidad. En tal sentido, el cristiano desplegará los esfuerzos pertinentes para el crecimiento continuo y manifiesto en la misma, ya que ahora, el Santo Espíritu de Dios habita en él. (CB. W. MacDonald, 2004).