P4. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia I, sino a santificación II. (1.TES 4:7).
I. INMUNDICIA, IMPUREZA, INMORALIDAD: Cualquier cosa opuesta a la pureza. Es complacerse con tocar, oír, ver, oler o degustar de lo sucio, de lo inmundo, de lo infecto, de lo desagradable, de lo repulsivo, de lo grotesco. Esto incluye la fornicación, el adulterio, la sodomía, la conducta homosexual, la pedofilia, el lesbianismo, la pornografía, la bestialidad, la violencia o coacción sexual, el sexo legítimo pero degradado, y toda forma de perversión o corrupción carnal. También están dentro de su alcance las palabras corrompidas, sucias, las frases ambivalentes, los pensamientos contaminados, viciados; la deshonestidad, las motivaciones sórdidas, y todo aquello que constituya, en algún contexto, un insolente descuido o afectación a la decencia, la moral y las leyes establecidas por el Creador.
II. SANTIDAD: Implica llevar la semejanza moral de Dios en una vida activa de oposición al pecado (CB. Simón J. Kistemaker, 2001). La santidad define la naturaleza y conducta nuevas del creyente engendrado y salvado por Dios (BDE. MacArthur, 2015). Adrede separación de toda impureza y corrupción, así como, una voluntaria renunciación a los pecados generados en los deseos de la carne y de la mente (Teología sistemática. L. Berkhof, 2005). La santidad no se refleja en especulaciones místicas, devociones entusiastas, fervores desbordados, abstinencias penitentes o lenguaje religioso sofocante, sino, en pensar como el Creador lo hace y querer lo que Él quiere. En ese sentido, la mente y la voluntad del Creador deberán saberse, comprenderse y practicarse en función a su palabra escrita (la biblia). Ahora bien, en la medida que entendamos y creamos Su palabra revelada, haremos Su mente nuestra mente y su voluntad la nuestra. (Teología sistemática, Jhon Macarthur – Richard Mayhue, 2018). La santidad cristiana no consiste en una conformidad laboriosa con los preceptos específicos de un código externo, sino que surge de la operación del Santo Espíritu, quien produce su fruto en el creyente genuino, dando a conocer las manifestaciones de la gracia que, se veían a toda perfección, en vida y ministerio de Cristo (CENT. Ernesto Trenchard, 2013). Entendida como apartarse deliberadamente del pecado o cualquier circunstancia que lo promueva, lo propicie o lo estimule. Acerca de la santidad, si bien hay esfuerzo invertido por parte del creyente para ser oportuno respecto de esta virtud, la misma se origina en el interior de la persona. Es decir, desde una mente renovada por la gracia de Dios (Efesios 2:10) que, vincula la recuperación moral práctica del ser humano para los propósitos del Creador. Es importante mencionar que la lectura y el estudio riguroso de las escrituras, así como la oración incesante y la obediencia viva, influirán definitivamente en la santidad. En tal sentido, el cristiano desplegará los esfuerzos pertinentes para el crecimiento continuo y manifiesto en la misma, ya que ahora, el Santo Espíritu de Dios habita en él. (CB. W. MacDonald, 2004).