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P11. No se engañen I, Dios no puede ser burlado II, pues todo lo que el hombre sembrare III, eso también segará IV. Porque el que siembra para su carne, de la carne V segará corrupción VI, más el que siembra para el Espíritu VII, del Espíritu segará vida eterna VIII, IX. (GAL 6:7-8).

I. AUTOENGAÑARSE: Sustituir en la mente aspectos de la realidad por otros imaginarios (RAE). Hace referencia al proceso de mentirse a uno mismo. El autoengaño se consuma al momento que el individuo se convence a sí mismo de una realidad que es falsa. Ahora bien, esto puede darse de una manera consciente, es decir, con conocimiento e intencionalidad plena, pero, también podría darse por ignorancia o negligencia sin que la persona quede libre de responsabilidad. También se entiende como negarse a conocer, admitir o reconocer la verdad.

II. BURLADO: Implica la imposibilidad absoluta de que algún agente pueda engañar, timar, desairar, confundir, enredar, despreciar, aturdir, ridiculizar o burlarse de Dios y Su legislación.

III. SEMBRAR: Esparcir semillas en un terreno preparado para que germinen y den plantas o frutos (Oxford Languages). Arrojar y esparcir las semillas en la tierra preparada para este fin. Dar motivo, causa o principio a algo. Hacer algo de que se ha de seguir fruto (RAE).

IV. SEGAR: Recoger los productos del campo o de un cultivo cuando están en sazón. Obtener un determinado resultado por un trabajo o un esfuerzo (Oxford Languages). Acción de cosechar el fruto maduro. No todas las cosechas se recogen en el mismo tiempo o estación, según sea lo sembrado se cosechará en un tiempo diferente.

V. CARNE, (naturaleza caída, humanidad): Uno de los tres enemigos del alma, que, según el catecismo de la doctrina cristiana, inclina a la sensualidad y lascivia (RAE). Ansiedad perversa, impotencia moral permanente, corrupción manifiesta, desesperada malignidad, indiferencia depravada. Connatural propensión o inclinación hacia lo malo, lo injusto y lo corrupto (Romanos 7.18). Esto, en sus diversas variantes, tamaños, envolturas, presentaciones, apariencias y colores. Además de la tendencia a estímulos pecaminosos del ambiente externo, la misma carne suscita malos deseos al interior de la persona con el objeto de satisfacer su propia degeneración (Santiago 1:14-15). La carne está totalmente infectada de pecado, el cual, ha corrompido la condición general del individuo, su disposición en la mente y los procesos de pensamiento, y, finalmente su actuación en los hechos. Podemos corroborar que este defecto de forma y funcionamiento se hace patente a todos los seres humanos de todos los tiempos (Romanos 3:23). Ahora bien, el creyente genuino es una nueva criatura en Cristo (Efesios 2:10), espiritualmente hablando, sin embargo, la carne no ha sido redimida, es decir, mantiene sus propiedades, apetitos, características y atributos degradados (1. Pedro 3:21), (Romanos 8:23).

VI. CORRUPCIÓN: Ruina, perdición, destrucción (BDE. Palabra Clave 2016). Ruina, asolamiento, pérdida grande y casi irreparable (RAE). El que se deja llevar por su naturaleza humana corrupta y pecadora, no podrá esperar nada más que una cosecha abundante de problemas, situaciones desagradables y cosas peores todavía. El hacer concesiones a los malos deseos solo producirá corrupción y degeneración, tal como les sucede a los alimentos orgánicos que empiezan a descomponerse hasta el punto de echarse a perder totalmente. El pecado siempre corroe y, si no se enfrenta debidamente, conducirá al empeoramiento progresivo del carácter de la persona y terminará por afectarlo fuertemente. (BDE. MacArthur 2015).

VII. SEMBRAR PARA EL ESPÍRITU (nueva naturaleza): Para el creyente involucra vivir en la presencia consciente del Señor Jesucristo y permitir que Su mente, por medio de Su Palabra, domine todos los procesos de pensamiento y por ende todo lo que hace. También implica sacudirse del sistema, alejarse del círculo de los sentidos, liberarse de las circunstancias y afanes, renunciar a mantener el control, tomar distancia del yo para que Cristo viva libremente en el cristiano. Es la rendición incondicional de las capacidades, el intelecto, el tiempo, el cuerpo, la disposición y todos los recursos, a la voluntad plenaria de Dios. Esto requerirá afinidad intima con el Creador, estudiar Su palabra, no descuidar la oración, ser obedientes, y, mantener sanas relaciones con los hermanos en la fe. (Iglesia bautista palabra de vida instituto bíblico/funciones del espíritu santo), (CB Matthew Henry 1999).

VIII. Este principio agrícola también tiene validez en el campo moral, físico y espiritual. Nadie puede pretender burlarse de Dios sin sufrir las consecuencias de sus acciones, pues cada quien cosechará lo que siembra. Esta, es una verdad universal que permite a la vida mantener el balance de las cosas en perfecto equilibrio. Por otro lado, pudiera parecer que sembrar para el espíritu (nueva naturaleza) es un negocio poco rentable, dado que el creyente se niega a sí mismo y aparentemente no obtiene nada a cambio. Sin embargo, sembrar para el espíritu a través del estudio intencionado de la palabra de Dios, obediencia plena a Su voluntad y la permanente iniciativa en proclamar el evangelio de salvación, nunca serán en vano. Vida eterna será la recompensa.

IX. Alguien dijo, “no culpo a las personas por sus errores, pero deben pagar por ellos”. El Evangelio nunca omite los riesgos de la vida y el retorno que cada quien tendrá de sus conductas. Los griegos creían en némesis la diosa de la justicia retributiva, la solidaridad, la venganza, el equilibrio y la fortuna. Si alguien actuaba de mala manera, se pensaba que némesis tarde o temprano ajustaría las cuentas con el infractor. Así también, muchas de las tragedias griegas son un sermón sobre el texto: » El que la hace, la paga”. En ese sentido, Dios puede perdonar los pecados a sus criaturas humanas, pero, cada quien asumirá las consecuencias de los mismos, una cosa no quita la otra. John B. Gough, el gran defensor de la abstinencia, quien antes vivió una vida desordenada, llena de excesos y desenfrenos solía advertir: “Quedan las cicatrices”. Y Orígenes, el gran erudito cristiano, que era universalista, creía que, aunque las personas se salvaran al final, hasta entonces quedarían las huellas del pecado. En conclusión, no podemos tomar a la ligera el pecado y el perdón de Dios. Hay una ley moral en el universo. Si uno la quebranta, puede que se le perdone, pero deberá enfrentar las repercusiones. (CB. W. Barclay, 2006).

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