P9. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña I, II. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro III, porque cada uno llevará su propia carga IV. (GAL 6:3-5).
I. AUTOENGAÑARSE: Sustituir en la mente aspectos de la realidad por otros imaginarios (RAE). Hace referencia al proceso de mentirse a uno mismo. El autoengaño se consuma al momento que el individuo se convence a sí mismo de una realidad que es falsa. Ahora bien, esto puede darse de una manera consciente, es decir, con conocimiento e intencionalidad plena, pero, también podría darse por ignorancia o negligencia sin que la persona quede libre de responsabilidad. También se entiende como negarse a conocer, admitir o reconocer la verdad.
II. Cuando hay una autoimagen sana, emerge la capacidad y comprensión de examinarse uno mismo y no caer en el engaño propio de autosuficiencia (Estado o condición de quien se basta a sí mismo (RAE) y/o superioridad respecto de los demás. El autosuficiente está confiado en sí mismo, piensa que es algo, que es capaz de hacerlo todo en sus fuerzas y que no necesita ayuda alguna de sus hermanos en ningún ámbito. Este tipo de creyentes podría no tener la sensibilidad y empatía necesaria para entender y socorrer a sus hermanos agobiados con sus cargas. Peor aún, podría incurrir en críticas despiadadas respecto de las flaquezas y caídas de otros creyentes. Lo que hace a un cristiano humilde, sensible, comprensivo y amable con los otros, es entender y aceptar que solo no es nada, que forma parte de un cuerpo que lo alimenta, que necesita a sus hermanos para crecer, madurar y ser sostenido con sus cargas, posibles caídas y debilidades que manifieste en algún momento. (BDE. MacArthur 2015), (CB. Matthew Henry 1999).
III. Si un creyente se regocija o se “jacta”, solo debiera hacerlo en el Señor por lo que Dios ha hecho en él, no por lo que él mismo crea que haya logrado en comparación a otros creyentes, (2. corintios 10:12–18). Así que, en lugar de mirar con aires de superioridad a los hermanos, lo que debiéramos hacer es mirarnos con humildad en el Señor Jesucristo, y, si hay algo de qué gloriarse, es por lo que Dios ha realizado en nuestra vida. Es lamentable complacerse en los fracasos, debilidades o caídas de los demás. Peor aún, cuando estas son utilizadas para cubrir la propia inmadurez en la fe, el probable sentimiento de inferioridad o la poca valía hacia uno mismo. Por ende, una buena madera de no caer en estas situaciones será evitar compararse con otros. Las comparaciones siempre son odiosas, ya que cada quien, desde sus paradigmas, prejuicios, procedencia cultural, formación académica, nivel económico o forma de ver las cosas, construye nociones de lo que implica éxitos o fracasos que, no necesariamente se aplican a la realidad y percepción de los demás. Cada creyente es único en su riqueza individual, en su tiempo de maduración, en su velocidad de crecimiento, en su particularidad personal y en el servicio al que Dios lo llamó. (CB. W. MacDonald, 2004).
IV. hay cargas que cada uno tiene que sobrellevar por sí mismo. Pablo hace referencia al macuto o propia mochila del soldado. Es decir, obligaciones que nadie puede cumplir por otro, así como, tareas que cada uno debe asumir personalmente. Esto se traduce en responsabilidades cotidianas de la vida y el llamado de cada creyente al ministerio. Dios requiere fidelidad, excelencia y eficacia en el cumplimiento de las labores encomendadas. (CB. W. Barclay, 2006).