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P1. Porque ellos salieron por amor del nombre de Él I, sin aceptar nada de los gentiles II. Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad III- VI. (3. JUAN 1:7, 8).

I. Se refiere a los hermanos itinerantes (Misioneros cristianos) que predicaban el evangelio de lugar en lugar en el primer y segundo siglo.

II. No aceptaban dádivas fuera de lugar por predicar las buenas nuevas, mucho menos atenciones especiales de los no creyentes. Esto para evitar la impresión de estar comerciando con el evangelio.

III. En aquellos tiempos hubo cristianos itinerantes (una forma de misioneros) que viajaban por pueblos y aldeas predicando el verdadero evangelio. Si en el lugar donde llegaban existía alguna comunidad de creyentes, estos, debían recibirlos y prodigar las atenciones y facilidades necesarias al propósito evangelizador del hermano. De la misma manera, hoy las congregaciones cristianas, dentro de las posibilidades propias y con la debida coordinación, deben expresar su apoyo a hermanos misioneros o visitantes conversos que realmente lo necesiten. Es importante puntualizar que la hospitalidad brindada va en función a impulsar el evangelio y por el tiempo necesario a este objetivo. Por otro lado, en los días de Juan proliferaron falsos cristianos itinerantes (falsos misioneros). Estos embusteros, haciéndose pasar por verdaderos creyentes iban de lugar en lugar para abusar de la hospitalidad de las congregaciones que visitaban, más aún, llegaban al colmo de exigir un trato bastante diferenciado, así como dinero. Luciano de Samosata (120 D.C.) en su obra titulada “Peregrinus” narra la historia de cierto individuo que descubrió la forma de ganarse la vida engañando a los cristianos. Este charlatán itinerante viajaba y visitaba las comunidades cristianas, deteniéndose donde le convenía y viviendo holgadamente a expensas de sus incautos anfitriones. (CB. W. Barclay, 2006).

IV. Hoy tenemos un panorama bastante similar desatado por el mundo cristiano. Falsos maestros, predicadores, evangelistas o misioneros diseminan su doctrina adulterada por doquier. En este punto, no hay que olvidar una mención deshonrosa a los autodenominados “apóstoles y profetas de la prosperidad”. Estos Agentes infecciosos pululan por diferentes iglesias locales, donde, al ser recibidos, descargan su mensaje contaminado, aparte de exigir atenciones muy personalizadas y una buena contribución económica a su “desinteresada labor”. Peor aún, algunas congregaciones actuando como “tontos útiles” aspiran a tener la membresía y “cobertura” de los embaucadores. Con la mesa servida, estos traficantes no dudan en pedir a cambio una cantidad de dinero mensual para, según ellos, desplegar una supuesta protección espiritual, y como no puede ser de otra manera, abultar aún más sus “sacrificados bolsillos”.

V. Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2. Pedro 2:1-3 / RVR 1960).

VI. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (2. Pedro 2:1-3 / RVR 1960).

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