P2. Pero vosotros, amados, edificándoos I sobre vuestra santísima fe II, orando en el Espíritu Santo III, IV. (JUDAS 1:20).
I. EDIFICAR: Infundir en alguien sentimientos de piedad y virtud (RAE). Acción relacionada con el consuelo y el ánimo. Aunque se centra en la meta y se define como ser afirmado en la fe, el conocimiento, la madurez, y la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13) (Diccionario bíblico ilustrado Holman, 2017). Construcción, fortalecimiento e incentivo de otros hermanos en el cuerpo de Cristo (Diccionario Baker, 2019). Denota enriquecimiento y mejora continua espiritual (Diccionario bíblico Eerdmans, 2016). Desarrollo progreso y conclusión del carácter cristiano teniendo el amor como elemento base para este propósito (Gran diccionario enciclopédico de la biblia, Clie, 2013). Comporta hacer lo que aprovecha o beneficia también a los demás. Lo que resulte en la construcción del carácter e identidad sólida en Jesucristo. Lo que conlleve a la unidad, la paz y la concordia entre hermanos en Cristo. Esto, manteniendo la sobriedad, sentido común, equilibrio correspondiente a las circunstancias y, sin bajar los muros doctrinales.
II. FE, DOGMA: Conjunto de creencias de alguien, de un grupo, de una multitud o colectivo de personas (RAE). En este caso, conjunto de creencias o doctrinas cristianas acerca del Creador, de convicciones de veneración y temor hacia Él, de normas morales para la conducta individual y social, y, de prácticas litúrgicas determinadas (RAE). Verdad absoluta que tiene su fundamento en la palabra de Dios, la biblia, y, que debiera percibirse como realidad en la vida práctica del confesante.
♦ DOCTRINA: Enseñanza que se da para instrucción de alguien (RAE). Conjunto de ideas, enseñanzas o principios básicos defendidos por un movimiento religioso, ideológico, político, etcétera (Oxford Languages). Es la síntesis y explicación de enseñanzas bíblicas contenidas en un tema teológico (Teología sistemática). La doctrina cristiana es el mensaje contenido en la predicación de Jesucristo. Dicho mensaje se encuentra en la Biblia e incluye las enseñanzas, los mandamientos, las leyes y los principios que estructuran el evangelio de salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16-19).
III. ORAR, ORACIÓN: La oración es un ofrecimiento de nuestros deseos a Dios, en pos de las cosas agradables a su voluntad, en el nombre de Cristo, con la confesión de nuestros pecados y reconociendo con gratitud sus misericordias. (1 Juan 5:14; 1 Juan 1: 9; Filipenses 4:6; Salmos 10:17; 145: 19; Juan 14: 13,14) (CDF Bautista de 1689 – Catecismo – pregunta 111). Es el canal regular para el dialogo, la comunión intima o interacción entre el hombre y su Creador. Dios nos da la oportunidad de comunicarnos con Él directamente a través de esta capacidad. Ahora bien, la oración no solo tiene el propósito de presentarle a Dios nuestras peticiones, sino lo más importante, aproximarnos más a nuestro Creador que es la fuente de vida y amor inagotables, asimismo, conocer Su voluntad particular, ser agradecidos, recibir consuelo, acoger dirección, hallar descanso para nuestras almas, interceder por otros, renovar nuestras fuerzas y hacer que Su disposición sea la nuestra. En ese sentido, la oración cristiana debe ser ofrecida en el nombre del Señor Jesús (Juan14:13), a saber, tiene que ser presentada bajo la autoridad de Él. Los creyentes debemos recordar que somos escuchados por Dios, no en virtud de méritos propios, sino en la suficiencia de los de Cristo. Así también, la fe es esencial para la oración porque implica reconocimiento de la bondad y disponibilidad de Dios (Mateo 21:22) (Marcos 11:24) (Santiago. 1:5-8). Cuando oramos debemos tener algunas consideraciones:
a. El amor de Dios, que siempre desea sólo lo mejor para nosotros.
b. La sabiduría de Dios, Él es el único que sabe lo que es mejor para nosotros en cualquier escenario de nuestra vida.
c. El poder de Dios, para hacer que suceda lo que es mejor para nosotros dentro de Su determinación y voluntad.
d. La gratitud a Dios, nuestra vida debe ser un agradecimiento continuo al Creador.
e. La oración debe ser permanente; no solo en las grandes crisis o por necesidad de algo. Es en la oración constante donde el cristiano renueva su vitalidad diaria.
f. La oración debiera ser en el espíritu; es decir, inspirada y conducida por el Santo Espíritu. Las oraciones de vanas repeticiones, monótonas, rutinarias, formales o por inercia sirven de muy poco y no llevarán a ninguna parte. Debe haber vigilancia, sensatez, atención y lucidez en la oración. Así también, conciencia, significado y concentración deliberada en Dios (Mateo 6:6- 7).
La oración es al mismo tiempo un acto y una atmósfera. Como acto, acudimos al Señor en momentos específicos llevándole nuestras alabanzas, nuestras cargas, muestras peticiones, nuestros agradecimientos, nuestras plegarias, etcétera. Pero también es posible vivir en una atmósfera de oración. Esto es, que la actitud de nuestra vida sea de oración incesante, en todo momento, sin perjuicio del tiempo específico dedicado a la misma. (CB. W. Barclay, 2006).
“Que yo me vuelva a través de Tu ayuda irreprensible, justo y santo. Que yo me abstenga de toda maldad, que hable la verdad y haga justicia. Que yo camine por los caminos derechos brillando con templanza, adornado con incorrupción, lleno de hermosura a través de la sabiduría y la prudencia. Que yo medite en las cosas que están arriba y menosprecie lo que es terrenal, porque un hombre no puede glorificar a Dios de ninguna otra manera más que por su virtud, la cual da testimonio de que el poder divino es la causa de su bondad” Gregorio de Nisa.
IV. ORAR EN EL ESPÍRITU: Esto significa orar guiados por el Santo Espíritu de Dios, es decir, primeramente, en conformidad con la voluntad revelada de Dios en la Biblia y luego de manera privada según las circunstancias y énfasis de cada quien. Esto, en contraste con las oraciones recitadas de forma mecánica y sin ningún contexto espiritual (CB. W. MacDonald, 2004). El creyente ora en el poder y presencia del Espíritu Santo que mora en él (CB. Bob Utley, 1996). En el sentido de orar en armonía y bajo la dirección del Santo Espíritu y no de acuerdo a nuestros anhelos, intereses o buscando que la realidad refleje nuestros deseos necesariamente (BDE. Teológica, 2019). “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).