<<<<=======================

=======================>>>>

P15. Seguid la paz I con todos, y la santidad II, sin la cual nadie verá al Señor III, IV. (HEB 12:14).

I. PAZ: Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos. Estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud (RAE). Situación o estado en que no hay guerra ni luchas entre dos o más partes enfrentadas (Oxford Languages). En el cristianismo, convicción de armonía interior que reciben de Dios los creyentes al saberse reconciliados con Él. Estado de reposo, serenidad, descanso, unión, orden y seguridad espiritual en Dios, todo esto, en medio de los problemas, luchas y tentaciones de la vida. La paz hace parte del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22). Respecto del entorno, se define positivamente como una atmósfera en el cual confluyen el equilibrio y estabilidad entre los participantes. En ese sentido, no se debería escatimar esfuerzos por cultivarla, alcanzarla y mantenerla. La paz involucra plena intencionalidad de las partes que deseen conseguirla y preservarla. Los creyentes son llamados a este afán, es decir, deben hacer todo lo que esté en sus posibilidades para conservar la paz, aun cuando, se tenga que renunciar eventualmente a ciertas cosas legítimas secundarias por amor a los hermanos y en bienestar de la mayoría. Ahora bien, esto no quiere decir en ninguna manera transigir los fundamentos doctrinales, bajar los muros dogmáticos o diluir la palabra de Dios para hacerla más atractiva. Somos llamados a vivir en paz y amor, pero, si para lograrlo tenemos que ceder a las presiones seculares o permitir un evangelio adulterado, entonces no hay manera de sostenerla (1. Corintios 11:19).

II. SANTO: Perfecto y libre de toda culpa (RAE). Separación posicional de un individuo por parte de Dios para un propósito específico (BDE. MacArthur 2015). Apartado para uso divino (CB. W. MacDonald 2004).

♦ SANTIFICACIÓN: La santificación es el proceso continuo de la libre gracia de Dios por medio de la cual somos renovados en la totalidad de nuestro ser según la imagen de Dios, y, somos capacitados más y más para morir al pecado y vivir para la justicia (CDF de Westminster – catecismo menor – pregunta 35). La santificación es una obra de la gracia gratuita de Dios por medio de la cual somos renovados en todo cuanto es el hombre según la imagen de Dios, y estamos cada vez más capacitados para morir al pecado y vivir para la justicia (CDF Bautista de 1689 – Catecismo – pregunta 41). Estado predeterminado por Dios para los creyentes llamados en gracia que comienzan y perseveran hasta el final de su carrera cristiana (Gran diccionario enciclopédico de imágenes y símbolos de la biblia, Clie, 2015).

♦ SANTIFICACIÓN PERMANENTE O REAL: La regeneración, el llamamiento eficaz, el arrepentimiento y justificación de una persona también comprometen su santificación permanente en mérito a la unión con Cristo. Esto implica que, de forma legítima, ante Dios el creyente es santificado no en merecimiento a su elevada condición moral, sino en virtud de Jesucristo como única base virtuosa de santificación. Así como la justificación, la santificación permanente es una declaración judicial única y de efecto inmediato (Posicional). Sin embargo, esta tiene una segunda instancia, santificación progresiva o perfectible, la cual es una experiencia continua y transformadora al interior del creyente regenerado. La santificación en Cristo es el punto de inicio al proceso de muerte continua del pecado remanente en el redimido. Asimismo, expresa la voluntad y propósito de Dios mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo (hebreos 10:10). Por tanto, la santificación involucra la acción directa de Dios hacia una persona para apartarla del mal, separarla del pecado, modelarla en Jesucristo y consagrarla a su servicio. “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1. Corintios 1:2). “esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1. Corintios 6:11). (CB – W. MacDonald, 2004).

♦ SANTIFICACIÓN PROGRESIVA O PERFECTIBLE: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2. Corintios 7:1). Un regenerado y justificado también es definitivamente santificado en virtud de la unión con Cristo. Sin embargo, la realidad de la vida diaria manifiesta la existencia innegable de pecado residual. Entonces, un redimido es realmente santo, pero, al mismo tiempo queriéndolo o no, incurre en pecado. Aquí emerge la segunda instancia, santificación progresiva o perfectible. Esto es, el creyente es santificado judicialmente y realmente en Jesucristo como base virtuosa de santificación, pero ahora, la santidad, que es el derivado natural del proceso de santificación, debe de continuo desarrollarse, consolidarse y manifestarse en la vida práctica cotidiana. Este transcurso espiritual involucra a Dios completamente, el cual, por medio del Espíritu Santo que mora en el creyente, habilita las herramientas, las capacidades y los mecanismos necesarios para un exitoso progreso de maduración en la santidad. Por parte del creyente, la idea funcional de la santificación progresiva es la voluntad ascendente de reflejar cada vez más a Jesucristo en su vida. Manifestar lo que ya es legalmente (santo ante Dios). Al mismo tiempo que se disocia intencionalmente del pecado y se esfuerza (en la energía inagotable del Creador) por librarse de su peso, presencia e influencia excedente. De la misma manera, la santificación procura el crecimiento en la gracia, los buenos frutos y la adultez en la fe para con nuestro salvador y Señor. “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). (CB. W. MacDonald, 2004).

♦ SANTIFICACIÓN PERFECTA: Cuando seamos glorificados (1. Juan 3:2). Implica la separación total, absoluta y eterna respecto de cualquier residuo o remanente de pecado en el creyente.

III. Sin santidad nadie verá al Señor, pero, ¿a qué santidad se refiere? ¿a la santidad en el esfuerzo propio? ¡En ninguna manera! Un Dios santo únicamente puede tener comunión con aquellos que han sido santificados por medio de Jesucristo (hebreos 10:10). Es decir, todo creyente genuino ha sido santificado definitivamente en Cristo, y, es en esa santificación que podrá ver a Dios. Esto, sin perjuicio ni beneficio al esfuerzo del cristiano por mantener y desarrollar una vida apartada del mal, en la máxima santidad posible. La santidad no es un requisito para salvación, es una evidencia del Santo Espíritu en el creyente salvado (CB. W. Hendriksen, 2000).

IV. SANTIDAD: Implica llevar la semejanza moral de Dios en una vida activa de oposición al pecado (CB. Simón J. Kistemaker, 2001). La santidad define la naturaleza y conducta nuevas del creyente engendrado y salvado por Dios (BDE. MacArthur, 2015). Adrede separación de toda impureza y corrupción, así como, una voluntaria renunciación a los pecados generados en los deseos de la carne y de la mente (Teología sistemática. L. Berkhof, 2005). La santidad no se refleja en especulaciones místicas, devociones entusiastas, fervores desbordados, abstinencias penitentes o lenguaje religioso sofocante, sino, en pensar como el Creador lo hace y querer lo que Él quiere. En ese sentido, la mente y la voluntad del Creador deberán saberse, comprenderse y practicarse en función a su palabra escrita (la biblia). Ahora bien, en la medida que entendamos y creamos Su palabra revelada, haremos Su mente nuestra mente y su voluntad la nuestra. (Teología sistemática, Jhon Macarthur – Richard Mayhue, 2018). La santidad cristiana no consiste en una conformidad laboriosa con los preceptos específicos de un código externo, sino que surge de la operación del Santo Espíritu, quien produce su fruto en el creyente genuino, dando a conocer las manifestaciones de la gracia que, se veían a toda perfección, en vida y ministerio de Cristo (CENT. Ernesto Trenchard, 2013). Entendida como apartarse deliberadamente del pecado o cualquier circunstancia que lo promueva, lo propicie o lo estimule. Acerca de la santidad, si bien hay esfuerzo invertido por parte del creyente para ser oportuno respecto de esta virtud, la misma se origina en el interior de la persona. Es decir, desde una mente renovada por la gracia de Dios (Efesios 2:10) que, vincula la recuperación moral práctica del ser humano para los propósitos del Creador. Es importante mencionar que la lectura y el estudio riguroso de las escrituras, así como la oración incesante y la obediencia viva, influirán definitivamente en la santidad. En tal sentido, el cristiano desplegará los esfuerzos pertinentes para el crecimiento continuo y manifiesto en la misma, ya que ahora, el Santo Espíritu de Dios habita en él. (CB. W. MacDonald, 2004).

P15

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio