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P3. Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día I, II. (2. PED 3:8-9).

I. La posible falta de paciencia de los creyentes respecto del regreso del Señor Jesucristo, sumado a la desconfianza que ciertos personajes sembraron en la iglesia de aquella época, generó que el apóstol Pedro se valiera del salmo 90:4 para expresar el desfase temporal entre la dimensión terrenal versus la celestial. “Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche” (Salmo 90:4). En otras palabras, la realidad temporal del creador es muy diferente a la temporalidad en la tierra. Con esto claro, concluimos que Dios nunca tarda, que todo está bajo Su control y los acontecimientos siguen un cronograma definido por el Creador, aunque, nuestra percepción del paso del tiempo sea muy diferente a la de Él. Para mayor información acerca de la dilatación temporal se puede revisar la relatividad especial de Albert Einstein 1879 – 1955 (dilatación del tiempo de velocidad).

II. El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan. Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada. Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día de Dios? Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán con el calor de las llamas” (2. Pedro 3: 9 -12 / NVI, 1999).

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