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P19. Porque los que quieren enriquecerse I caen en tentación II y lazo III, y en muchas codicias IV necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores V, VI. (1. TIM 6:9, 10).

I. Así como entonces, en la actualidad existen muchos maestros y “cristianos” falaces, que solo buscan rentabilidad económica en el evangelio. A estos dirigentes u oficiales mentirosos no les interesa la salud espiritual de la grey y mucho menos enseñar sana doctrina. Muy por el contrario, tuercen las escrituras para sustentar sus ideologías dolosas y obtener el máximo de beneficio financiero. No predican al Dios de la biblia, sino, a un ídolo bonachón y servil que existe para concederles todos los bienes terrenales que puedan desear.

II. TENTACIÓN: Instigación o estímulo que induce el deseo de algo. Persona, cosa o circunstancia que provoca. Solicitación al pecado (RAE). Impulso de hacer o tomar algo atrayente pero que puede resultar inconveniente (Oxford Languages). Factor motivante, Incitamiento, invitación, incentivo o estímulo que aprovecha la inherente debilidad humana para consumar algo que la propia carne no redimida desea con insistencia (pecado). Usualmente la tentación se genera en la misma persona. Es decir, en el interior del individuo se origina el ánimo, la potencia, el ímpetu y la fuerza que lo impulsa a pecar por acción u omisión. El ambiente externo provee el clima, los medios y las oportunidades necesarias para que la tentación actúe. Ahora bien, la tentación nunca llevará a cabo su finalidad de manera unilateral, es decir, sin la complicidad y colaboración de la persona tentada. “sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14,15). El Señor Dios dejó las herramientas y mecanismos necesarios para enfrentar la tentación, y, ¿Cuál es la mejor forma de hacerle frente?, velando y orando para no entrar en ningún tipo de coqueteo, juego, broma o confianza con la misma, “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Muchas veces los cristianos añoramos, propiciamos y/o perseguimos situaciones de tentación. Más aún, disfrutamos, en buena medida, de que la misma se encuentre frente a nosotros, en nuestra presencia, rodeándonos y/o a nuestro alcance.

III. LAZO: Acto ilícito que se cubre con apariencias de legalidad (RAE).

IV. CODICIA: Deseo vehemente de poseer muchas cosas, especialmente riquezas o bienes (Oxford Languages). Es el afán desmedido e interminable por tener riquezas y bienes terrenales (RAE). La codicia en este sentido comporta un deseo impetuoso de posesiones, bien sea materiales (riqueza, propiedades, bienes y demás), o inmateriales (estatus, poder, influencia, posición, placeres). El codicioso ambiciona tener más de lo que necesita para vivir. Pone su corazón en lo que desea con tanta intensidad que, usualmente incurre en conductas y comportamientos al margen de la moralidad y la legalidad para conseguir lo que es objeto de su codicia.

V. El problema no está en el dinero, sino en el interior del ser humano. El amor, la dependencia, la esperanza o desesperación por el mismo pueden generar las conductas y comportamientos más degradados, corruptos, desordenados y reprochables de quienes voluntariamente deciden ser esclavos del dinero para su propia tragedia. Sin olvidar que tarde o temprano la factura moral llegará y habrá que pagarla. En otro plano, el amor al dinero, traducido también como avaricia tiene una fuerte asociación con la idolatría como veremos a continuación: La esencia de la avaricia es el deseo de conseguir algún beneficio, utilidad, ganancia o retorno para simplemente tener más. Con el tiempo el individuo estructura un ídolo de lo acumulado y deposita su seguridad, lealtad y confianza en lo acaparado. Por ende, la persona que se deja dominar por las ansias descontroladas de obtener cosas, ha desplazado la devoción única para Dios hacia otra instancia y eso es precisamente la avaricia emparentada con la idolatría. (BDE. Teológica 2019).

VI. El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad” (Eclesiastés 5:10 / RVR 1960).

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