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P16. Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina. Y los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos, sino sírvanles mejor, por cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio I. (1. TIM 6:1,2).

I. En aquellos tiempos los esclavos griegos y romanos no tenían derechos legales y eran tratados como bienes o mercancías negociables. Esta condición de inferioridad social total se expresaba en el maltrato, abuso y desprecio por ellos. Eran muy pocos los esclavos que tenían condiciones de vida aceptables. Cuando un esclavo dejaba de ser rentable para su patrón, se le abandonaba y dejaba morir. No tenía derecho a tener esposa, y, si cohabitaba y tenía un hijo, este pertenecía al amo lo mismo que las crías del ganado. Una vez más, todos los derechos pertenecían al amo y los deberes al esclavo. El siervo no tenía ningún tipo de prerrogativa, el amo podía hacer con él lo que quisiera, podía disponer de su cuerpo y de su vida como le pareciera mejor. Aun así, muchos esclavos tenían buena educación e instrucción. Estos, asumían responsabilidades especiales en las casas de los ciudadanos ricos, puesto que ayudaban en la disciplina y educación de los hijos de sus señores, o también, se encargaban de la administración y cuidado de la casa de su patrón.

El evangelio no derriba la estructura social mediante rebeliones o sublevaciones. Sin embargo, donde las buenas nuevas han sido proclamadas, la esclavitud ha sido desarraigada y eliminada. En este pasaje, Pablo hace hincapié en dos escenarios acerca del amo y el esclavo. Al respecto de esto y en aplicación de la enseñanza al contexto actual imprimiremos la acepción de trabajador o empleado al término esclavo:

a. Trabajador cristiano con jefe no creyente: El cristianismo no es licencia para la mediocridad, la indisciplina o baja productividad en el ámbito laboral, esto último, siempre que no haya razones poderosas y verosímiles. Si un trabajador o empleado cristiano es descuidado, negligente o irregular en su trabajo, proveerá razones para que el jefe no creyente se forme un concepto negativo del cristianismo. Por otro lado, el cristiano no deberá considerarse superior frente a su jefe incrédulo, por el contrario, deberá honrarlo y respetarlo adecuadamente. Tenemos el ejemplo de José hijo de Jacob. Siempre demostró respeto, prudencia y excelencia en su trabajo.

b. Trabajador cristiano con jefe creyente: Aquí recogemos un principio importante “la igualdad espiritual no suprime las diferencias civiles”. No porque un creyente tenga paridad con su jefe en el aspecto espiritual deberá expresar actitudes de irrespeto, excesos de confianza o esperar consideraciones especiales de algún tipo. Peor aún, practicar comportamientos que vayan en contra de la excelencia en su desempeño laboral. Ahora bien, esto no significa que el jefe cristiano no pueda tener alguna deferencia con su trabajador creyente. Sea como fuere, el cristiano que tiene a su jefe como miembro del cuerpo de cristo, deberá ser ejemplo de calidad en sus labores ya que presta sus servicios a otro hermano en la fe. (CB. W. Barclay, 2006), (CB. W. MacDonald, 2004) (CB. Matthew Henry, 1999).

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