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P2. Así que, arrepentíos I y convertíos II, para que sean borrados vuestros pecados III; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio IV. (HCH 3:19).

I. ARREPENTIMIENTO SALVÍFICO (Metanoia): Es la transformación o conversión entendida como un movimiento interior que surge en el individuo al saberse pecador y su insatisfacción consigo mismo respecto de esa posición. Involucra necesariamente el entendimiento, conocimiento y reconocimiento de su condición moral degradada, por tanto, su estatus de injusticia ante el Creador (Romanos 3:10). Reconocerse como pecador deliberado que no puede no pecar, en consecuencia, merecedor judicial del castigo eterno (Ezequiel 18:20). El arrepentimiento salvífico es la resultante de la certera incapacidad humana para salvarse a sí mismo, de la aceptación de la necesidad de Dios para dicho propósito. Así también, es el cambio de autopercepción que la persona tiene de sí, la cual, usualmente es un promedio positivo y aceptable bajo sus propios estándares y no meritoria de la retribución desfavorable perpetua por parte de Dios. Implica un cambio de mente, de perspectiva, de dirección y de voluntad en cuanto a sí mismo y al pecado. Esto supone, asumir la plena responsabilidad por lo actuado, así como las consecuencias derivadas. Además, expresa un profundo sentimiento de congoja y aflicción por la condición pecaminosa. El efecto positivo de este arrepentimiento será volverse a Dios genuinamente, en búsqueda de Su gracia para perdón y salvación mediante la fe salvífica en Jesucristo. “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).

♦ ARREPENTIMIENTO CONTINUO (conductual): El cristiano genuino y más consagrado mantiene todavía un coeficiente pecaminoso constante. Este factor multiplicador lo hace vulnerable a las tentaciones y al pecado, por tanto, no podrá no pecar al 100%. En ese sentido, el arrepentimiento continuo expresa un profundo sentimiento de congoja, pesar y aflicción por los pecados que se cometen en el diario vivir. Esto no quiere decir en ninguna manera que el creyente puede pecar con libertad y luego arrepentirse convenientemente. Si el cristiano genuino se da licencias para pecar, traerá sobre sí los medios correctivos que el soberano Creador disponga (hebreos 12:6-8). Con todo, el cristiano verdadero se esforzará al máximo (en la energía inagotable de Dios) por evitar el pecado, pero, es una realidad que no podrá eludirlos en su totalidad y pecará. Para esas excepciones donde la violencia de la tentación reclama victoria, se tiene a Jesucristo el justo; “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1. Juan 2:1). Es importante recordar que la justificación (ser declarado justo) libera del castigo correspondiente a los pecados pasados, presentes y futuros, pues nadie puede pecar más allá de la intemporal gracia redentora de Dios. No obstante, su favor redentor no quita la inherente proclividad a pecar de la condición humana (1. Pedro: 3:21).

II. CONVERTIRSE: Cambiar de dirección deliberadamente y volverse a Dios. (BDE. Matthew Henry 2017). Renunciar intencionalmente a la pasada forma de vida, modificando el modo de pensar y actuar. Involucra un cambio eventual y visible en la cosmovisión de una persona. Esta resulta de su arrepentimiento por sus pecados y de su fe en Cristo como Señor y Salvador. (CB. Simón J. Kistemaker 2001).

III. BORRAR LOS PECADOS: Después de aceptar reflexivamente y con humildad el veredicto adverso de culpabilidad en cuanto a la condición caída y a los pecados cometidos, prosigue un arrepentimiento sincero y el ejercicio de la fe en Jesucristo por parte del individuo. El perdón de pecados mediante la gracia salvífica ejerce su efecto a favor del arrepentido y los mismos son cancelados.

IV. TIEMPOS DE REFRIGERIO: Tiempos de alivio, de descanso, de paz con Dios, de esperanza, de regocijo, de instrucción y crecimiento a cuenta del Creador. También se entiende como tiempos de alegría y deleite en el reinado futuro de Cristo sobre la tierra.

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