P13. Perseverad I en la oración II, velando III en ella con acción de gracias IV, V. (COL 4:2).
I. PERSEVERAR: Mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión (RAE). Mantenerse firme y constante en una manera de ser o de obrar (Oxford Languages). En el cristiano, es una prueba de realidad respecto de su condición regenerada (CB. W. MacDonald, 2004). La perseverancia señala y dirige la voluntad y actuación de quien persigue un objetivo determinado con diligencia y valentía. Esto, a pesar de las dificultades, los obstáculos, la frustración, el fracaso, el desánimo, el aburrimiento, los deseos de retroceder, doblegarse o desistir del propósito. Asimismo, es sinónimo de firmeza, persistencia, dedicación, tesón o constancia en una acción, proyecto o postura. Para ejercitar esta virtud es importante tener un objetivo claro o una meta que justifique el esfuerzo en un período de tiempo determinado. Es por ello que se dice que la perseverancia es la clave del éxito en muchos emprendimientos. Ahora bien, en todo ámbito de interacción humana se presentan conflictos y desacuerdos. En ese sentido, perseverar en la paciencia y buena actitud serán esenciales para afrontarlos sin temor, y, resolverlos con eficiencia y empatía. Por otro lado, la perseverancia por ser condición necesaria para lograr algo puede desvirtuarse y encausar su fuerza en cosas poco saludables o negativas para la persona, en ese caso se transforma en necedad o insensatez. (“Perseverancia». En: Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/perseverancia/ Consultado: 12 de julio de 2020, 11:35 am.). (https://deconceptos.com/general/perseverancia).
II. ORAR, ORACIÓN: La oración es un ofrecimiento de nuestros deseos a Dios, en pos de las cosas agradables a su voluntad, en el nombre de Cristo, con la confesión de nuestros pecados y reconociendo con gratitud sus misericordias. (1 Juan 5:14; 1 Juan 1: 9; Filipenses 4:6; Salmos 10:17; 145: 19; Juan 14: 13,14) (CDF Bautista de 1689 – Catecismo – pregunta 111). Es el canal regular para el dialogo, la comunión intima o interacción entre el hombre y su Creador. Dios nos da la oportunidad de comunicarnos con Él directamente a través de esta capacidad. Ahora bien, la oración no solo tiene el propósito de presentarle a Dios nuestras peticiones, sino lo más importante, aproximarnos más a nuestro Creador que es la fuente de vida y amor inagotables, asimismo, conocer Su voluntad particular, ser agradecidos, recibir consuelo, acoger dirección, hallar descanso para nuestras almas, interceder por otros, renovar nuestras fuerzas y hacer que Su disposición sea la nuestra. En ese sentido, la oración cristiana debe ser ofrecida en el nombre del Señor Jesús (Juan14:13), a saber, tiene que ser presentada bajo la autoridad de Él. Los creyentes debemos recordar que somos escuchados por Dios, no en virtud de méritos propios, sino en la suficiencia de los de Cristo. Así también, la fe es esencial para la oración porque implica reconocimiento de la bondad y disponibilidad de Dios (Mateo 21:22) (Marcos 11:24) (Santiago. 1:5-8). Cuando oramos debemos tener algunas consideraciones:
a. El amor de Dios, que siempre desea sólo lo mejor para nosotros.
b. La sabiduría de Dios, Él es el único que sabe lo que es mejor para nosotros en cualquier escenario de nuestra vida.
c. El poder de Dios, para hacer que suceda lo que es mejor para nosotros dentro de Su determinación y voluntad.
d. La gratitud a Dios, nuestra vida debe ser un agradecimiento continuo al Creador.
e. La oración debe ser permanente; no solo en las grandes crisis o por necesidad de algo. Es en la oración constante donde el cristiano renueva su vitalidad diaria.
f. La oración debiera ser en el espíritu; es decir, inspirada y conducida por el Santo Espíritu. Las oraciones de vanas repeticiones, monótonas, rutinarias, formales o por inercia sirven de muy poco y no llevarán a ninguna parte. Debe haber vigilancia, sensatez, atención y lucidez en la oración. Así también, conciencia, significado y concentración deliberada en Dios (Mateo 6:6- 7).
La oración es al mismo tiempo un acto y una atmósfera. Como acto, acudimos al Señor en momentos específicos llevándole nuestras alabanzas, nuestras cargas, muestras peticiones, nuestros agradecimientos, nuestras plegarias, etcétera. Pero también es posible vivir en una atmósfera de oración. Esto es, que la actitud de nuestra vida sea de oración incesante, en todo momento, sin perjuicio del tiempo específico dedicado a la misma. (CB. W. Barclay, 2006).
“Que yo me vuelva a través de Tu ayuda irreprensible, justo y santo. Que yo me abstenga de toda maldad, que hable la verdad y haga justicia. Que yo camine por los caminos derechos brillando con templanza, adornado con incorrupción, lleno de hermosura a través de la sabiduría y la prudencia. Que yo medite en las cosas que están arriba y menosprecie lo que es terrenal, porque un hombre no puede glorificar a Dios de ninguna otra manera más que por su virtud, la cual da testimonio de que el poder divino es la causa de su bondad” Gregorio de Nisa.
III. VELAR, DESPIERTO, COHERENCIA: Es la actitud consecuente y sensata de una persona en relación con una postura asumida. En este sentido, cuando se dice que alguien está velando, que esta despierto o que es coherente, es porque existe correspondencia juiciosa entre su forma de pensar y de conducirse en determinado momento o contexto. Respecto de la oración, implica no estar aletargados, adormilados, en algún estado de irracionalidad o trance mental durante la misma, sino permanecer alertas, coherentes, ecuánimes, lúcidos, mientras se pasa tiempo privado con Dios. Con esto evitamos incurrir en frases vagas, repeticiones vanas, enunciados desenfocados y palabrería carentes de sentido, por el contrario, nos centraremos en pasar tiempo de calidad con el Señor, siendo específicos, disciplinados, puntuales y precisos en nuestra locución y sentir.
IV. Pablo exhorta a los cristianos a ser persistentemente valientes en la oración, aunque, no parezca producir los resultados anhelados. Hay un gran misterio relacionado con el tema de la oración y muchas preguntas que no tienen respuesta todavía. Pero, la mejor actitud del cristiano no es tratar de analizar, comprender o racionalizar los profundos misterios de la oración, sino, dejando a un lado las dudas intelectuales, ejercitarla con vigor, confianza y obediencia. Así también, estar alertas contra el desgano, los pensamientos errantes, la falta de atención, la irrealidad o las burbujas mentales. De la misma manera, el creyente debe ser intencional en cuanto al tiempo para la oración (Efesios.6:18). Finalmente, nuestras oraciones han de ser acompañadas con el agradecimiento debido por la atención que nos brinda el Señor. (CB. W. MacDonald 2004).
V. ACCIÓN DE GRACIAS: El agradecimiento debe ser una práctica constante, así como, la atmosfera donde fluye el creyente. Puesto que implica reconocer deliberadamente la clemencia y bondad de Dios derramada sobre nosotros cada día. Ahora bien, la gratitud al Creador no debe estar condicionada a los buenos o malos momentos que presenta la vida, debiera ser una actitud neutral a las circunstancias. Para el cristiano sincero, todas las cosas ayudan en su crecimiento, aun las cosas que puedan considerarse dolorosas, poco auspiciosas o indeseadas. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó” (Romanos 8:28 – 30). Eventualmente la naturaleza humana se concentrará en lo que no tiene, en las circunstancias poco favorables, en lo que percibe como éxito terrenal no alcanzado, en lo que desea o anhela, y, se olvidará de valorar y agradecer por lo que si tiene. (CB. W. Hendriksen 2000). Pablo establece la acción de gracias como el acompañante universal de la oración. Al respecto de esto, todas las oraciones deben incluir el dar gracias por el gran privilegio de la misma oración. Pablo insiste en que debemos dar gracias por todo, en el dolor, en la alegría en las aflicciones, etcétera. Esto implica dos cosas: gratitud y perfecta sumisión a la voluntad de Dios. Solo cuando entendemos que Dios hace todas las cosas correctas y para el bien nuestro, podemos realmente sentir hacia Él la perfecta gratitud que demanda la oración creyente y autentica. (CB. W. Barclay, 2006).