<<<<=======================

=======================>>>>

P3. Nada hagáis por contienda I o por vanagloria II, antes bien con humildad III, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo IV, no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros V. (FIL 2:3,4).

I. CONTENDER: Discutir, contraponer opiniones o puntos de vista (RAE). Enfrentarse [dos personas] entre sí para imponer su voluntad o conseguir algo. Luchar entre sí varias personas que aspiran a un mismo objetivo o a la superioridad en algo (Oxford Languages). Expresión de enemistad traducida en pleitos, disputas, conflictos o debates belicosos (Diccionario expositivo Vine, 1999). Es el ánimo litigante que nace de los desacuerdos hostiles, la competencia desbocada, la antipatía, la envidia o rivalidad con los demás. Se caracteriza por el ansia o afán de triunfo, posición, poder, prestigio, dominio o reconocimiento desordenado. Las contiendas devienen en rencores, resentimientos, recelo, rabia u odio entre los participantes de la misma. También se da el caso cuando alguien genera contienda bajo la percepción de peligro para su “posición de dominio o prestigio” por parte de otra persona. En consecuencia, no tolerará que alguno proponga “mejores ideas”, exhiba mayores conocimientos, habilidades, argumentos, capacidades o destrezas en algún área de interacción común. Este, es el pecado que coloca el yo por delante y en consecuencia la negación flagrante del amor cristiano. (CB. W. Barclay, 2006).

II. VANAGLORIA: Jactancia del propio valer u obrar (RAE). Presunción u orgullo del propio valer (Oxford Languages). Hacer o decir algo solo para jactarse o atraer halagos y atenciones. Postura del individuo que sobreestima sus posesiones materiales, sus capacidades, conocimientos, habilidades o talentos. Por ende, alimenta un concepto de sí mismo más alto que el que debiera de tener y no escatima oportunidades para alardear ante los demás con sus aires de superioridad y soberbia.

III. HUMILDAD: Virtud que reconoce las propias limitaciones y debilidades, así como, el actuar en consonancia a este conocimiento (RAE). Que no hace ostentación de sus virtudes (Oxford Languages). La humildad reconoce la igual valía y dignidad de todas las personas. Así también, busca enfocarse generosamente en los demás y desprenderse con equilibrio de uno mismo. No se trata de pensar menos de nosotros, sino de pensar menos en nosotros. La humildad es independiente de la posición económica, social, académica y demás, por ejemplo; una persona económicamente sólida, socialmente bien posicionada o con amplios conocimientos no siente estar por encima ni por debajo de nadie, sino que identifica el mismo grado de honor y estimación para su prójimo. Es importante mencionar que ser humilde no implica necesariamente dejarse humillar, pues este valor no supone una renuncia a la dignidad propia como persona. Finalmente, la humildad tiene una particularidad; se pierde cuando se asume que se tiene. Es decir, una persona humilde deja de serlo cuando proclama serlo. («Humildad». En: Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/humildad/Consultado: 20 de septiembre de 2020, 11:15 am).

A continuación, presentamos algunas características:

    • Percibe la igualdad y dignidad de todos
    • Valora el trabajo y el esfuerzo de los demás
    • Reconoce, pero no se ufana de las virtudes propias
    • Identifica sus limitaciones y no tiene inconvenientes en pedir ayuda
    • Se expresa con gentileza y cortesía
    • Procede con modestia, sencillez, mesura y decoro
    • Advierte las relaciones sociales desde la horizontalidad
    • Presta atención a los demás y toma en cuenta sus opiniones
    • Respeta genuinamente a sus semejantes
    • Entre otros.

El cristianismo expresa la humildad como la actitud virtuosa observada ante la perfección, absolutez y superioridad de Dios. En plena conciencia de que Él es quien concede la gracia de la existencia (Hechos 17:25) y quien sustenta todo lo creado (hebreos 1:3). Así, la humildad involucra reconocer la propia pequeñez ante el misterio de la vida y, en consecuencia, someterse a la voluntad de Dios, apreciada como buena, agradable y perfecta.

IV. El ser admirado y respetado, el creer merecer sentarse en los lugares preferenciales, el que los demás busquen continuamente nuestra opinión, el que muchos quieran conocernos en persona hasta el punto de ser adulados, son para no pocos las cosas más deseables. Pero el propósito del cristiano no debe ser alardear, sino pasar inadvertido. Debe hacer buenas obras, no para que la gente lo reconozca o lo enaltezca, sino para que glorifiquen a su Padre que está en el Cielo. El cristiano debe promover intencionalmente que las personas no fijen la mirada en él, sino en Dios.

V. Si alguien no se preocupa nunca por nada más que de sus propios intereses, es inevitable que colisione con los demás. Si para esta persona la vida es una competencia cuyos premios se esfuerza por ganar, siempre considerará a sus semejantes como enemigos, o por lo menos como rivales a vencer. El concentrarse en uno mismo induce inevitablemente a no tener en cuenta al prójimo, por ende, el objetivo de esta actitud no puede ser ayudar a los demás, sino quitarlos del camino. Estimar al prójimo como superiores a uno mismo es totalmente extraño a la mente humana y no podremos hacerlo con las fuerzas propias. Sólo cuando somos capacitados por el Espíritu Santo seremos competentes para ejercitar esta virtud. (CB. W. MacDonald 2004), (CENT. Ernesto Trenchard 2013).

P3

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio