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P16. Hijos, obedezcan I en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra II a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra III. (EFE 6:1-3).

En aquel tiempo existía la patria potestad romana, esto es, el poder total del padre. Bajo la patria potestad un padre romano tenía un poder absoluto sobre su familia. Podía disponer de cada miembro de la misma como le placiera o conviniera. Más aun, el poder del padre romano se extendía sobre su familia mientras este viviera. Un hijo romano no alcanzaba nunca la emancipación total de su progenitor. Por más que fuera un hombre adulto y ocupara un alto cargo en el gobierno o en alguna instancia militar, permanecía bajo el poder de su padre en alguna manera. Hoy, las cosas son diferentes, en condiciones usuales los hijos se emancipan absolutamente de la autoridad de su padre para seguir su propia dirección en la vida.

I. OBEDECER: Cumplir la voluntad de quien manda (RAE). Cumplir la voluntad de quien manda o lo que establece una ley o norma (Oxford Languages). Aceptar y llevar a cabo las disposiciones de quien tiene autoridad para ordenarlas. Así también, sujetarse y acatar las leyes, preceptos, normas, códigos, ordenanzas, estatutos y cualquier política de conducta establecida en algún ámbito de interacción.

II. HONRAR: Mostrar respeto y consideración hacia una persona (Oxford Languages).

Honrar a los padres implica aceptar y valorar la autoridad que estos ejercen sobre los hijos. Se entiende que esta autoridad es sobre los hijos que dependen de ellos o están bajo su cuidado. Cuando un hijo se emancipa de sus padres la relación de autoridad vertical se torna en horizontal, al menos así es en occidente. No obstante, los otros aspectos de la honra como el respeto, consideración y el velar por ellos, se mantienen vigentes.

III. El apóstol encara el tema de las relaciones entre hijos y padres en un contexto particular. Se dirige primeramente a los hijos como agentes morales para la obediencia y respeto a sus padres. En esa dirección los hijos evitarán causar disgustos, enojos y tristezas a sus progenitores. No solo por el sentimiento de amor, gratitud y estimación por ellos, aunque esos son motivos importantes, sino principalmente por convicción de la ordenanza divina, es decir, en lo que es coherente a la relación con Dios en Jesucristo. Así también, los hijos mayores suministrarán ayuda y socorro a sus padres cuando las circunstancias lo demanden. No es de olvidar que el cumplimiento de este mandamiento retornaba una promesa directa en el antiguo pacto (Éxodo 20:12). Bajo el nuevo régimen del espíritu, la promesa se mantiene y se extiende a todos los pueblos. (CB. W. Barclay, 2006), (CB. W. Hendriksen, 2000).

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