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P13. No os embriaguéis I con vino, en lo cual hay disolución II, antes bien sed llenos del Espíritu III. Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones, dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo IV. (EFE 5:18-20).

I. EMBRIAGUEZ: Perturbación pasajera producida por la ingestión excesiva de bebidas alcohólicas. Exaltación y enajenación del ánimo. (RAE). Turbación temporal de las facultades mentales como resultado de ingerir bebidas alcohólicas en exceso o algún tipo de narcótico. Estado de excitación causado por una gran emoción o satisfacción (Oxford Languages). La entrega al control de bebidas embriagantes, con el consiguiente debilitamiento de la capacidad de la voluntad para resistir la tentación. Hay una estrecha relación entre la embriaguez y la inmoralidad (CB. W. MacDonald 2004). La embriaguez no necesariamente llega a la borrachera, pero se excede en euforia, abandona la moderación, descuida el decoro y queda propensa a expresiones o comportamientos, inapropiados, desafortunados o vergonzosos.

II. DISOLUCIÓN: Relajación de vida y costumbres (RAE). Inclinación, ánimo o disposición que se entrega con facilidad y frecuencia a lo que es contrario a la moral (Oxford Languages). La disolución es una actitud que abusa de la libertad para caer voluntariamente en la inmoderación y los excesos. Esta se vincula usualmente con el abuso de alcohol u otras sustancias, las mismas que, acarrearán consecuencias inmorales y/o legales. También se entiende por disolución como la pérdida del dominio propio. Ocurre cuando el individuo sucumbe a sus desajustes emocionales (la ira, la codicia, la lujuria, la frustración, la envidia, entre otras). Es decir, cuando alguien actúa direccionado por sus impulsos sin tomarse el tiempo para reflexionar y medir las resultantes, por tanto, se afecta a sí mismo y muy probablemente a otras personas de su entorno.

III. LLENURA DEL ESPÍRITU SANTO: El Espíritu Santo es la tercera persona de la trinidad, es Dios, con todos sus atributos, soberanía y divinidad. La llenura del Espíritu Santo es un progreso continuo que involucra vivir en la presencia consciente del Señor Jesucristo y permitir que Su mente, por medio de Su palabra, domine todos los procesos de pensamiento y por ende todo lo que se hace. También implica sacudirse del sistema, alejarse del círculo de los sentidos, liberarse de las circunstancias y afanes, renunciar a mantener el control, tomar distancia de nuestro yo para que Cristo viva libremente en nosotros. Es la rendición incondicional de nuestro tiempo, nuestras capacidades, nuestro intelecto, nuestro cuerpo, nuestra disposición, nuestros recursos, a la voluntad plenaria de Dios. Jesús mismo ejemplificó a la perfección la manera de vivir y avanzar bajo la dirección del Santo Espíritu de Dios (Lucas. 4:1). Debemos estar atentos para no adelantarnos ni atrasarnos respecto de Su dinámica en nuestro crecimiento y progreso cristiano. Esto requerirá afinidad intima con Dios, estudiar Su palabra, no descuidar la oración, ser obedientes y mantener sanas relaciones con los hermanos en la fe. En conclusión, la llenura constante del Santo Espíritu es la única forma de vivir una vida cristiana coherente a la profesión de fe. Así también, el medio para que todo el cuerpo de Cristo, bien sintonizado, avance, crezca y se desarrolle adecuadamente. (BDE. MacArthur 2015).

Pablo contrasta la diferencia entre: a) estar bajo la influencia del vino que, genera disolución y conduce a cometer imprudencias morales. Antiguamente se pensaba que el estar saturado de mosto era una manera de acercarse a los “dioses” para recibir su mensaje. b) seguir la dirección del Santo Espíritu resulta en una vida de gozo, decoro, prudencia y amor. La comunión verdadera, racional, lucida y cercana con Dios, no se induce por la embriaguez, sino, por el Santo Espíritu que va colmando progresivamente al cristiano entendido. Pablo expone un precepto para que los creyentes vivan adrede bajo la influencia del Santo Espíritu. Esto es, permitir que la palabra de Dios los guie a llevar una vida pura, confesar todos sus pecados, morir a sí mismos, rendirse a la voluntad de Dios y depender de Su dirección en todo tiempo. (BDE. MacArthur 2015).

IV. ACCIÓN DE GRACIAS: El agradecimiento debe ser una práctica constante, así como, la atmosfera donde fluye el creyente. Puesto que implica reconocer deliberadamente la clemencia y bondad de Dios derramada sobre nosotros cada día. Ahora bien, la gratitud al Creador no debe estar condicionada a los buenos o malos momentos que presenta la vida, debiera ser una actitud neutral a las circunstancias. Para el cristiano sincero, todas las cosas ayudan en su crecimiento, aun las cosas que puedan considerarse dolorosas, poco auspiciosas o indeseadas. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó” (Romanos 8:28 – 30). Eventualmente la naturaleza humana se concentrará en lo que no tiene, en las circunstancias poco favorables, en lo que percibe como éxito terrenal no alcanzado, en lo que desea o anhela, y, se olvidará de valorar y agradecer por lo que si tiene. (CB. W. Hendriksen 2000).

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