P9. Nadie os engañe con palabras vanas I, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis pues participes con ellos II. (EFE 5:6,7).
I. VANO, VANA: Hueco, vacío y falto de solidez. Inútil, infructuoso o sin efecto. Falto de realidad, sustancia o entidad (RAE). Que está vacío, sin contenido (Oxford Languages). Vaciedad en cuanto a logros, objetivos, propósito o finalidad positiva. No alcanzar los resultados para lo que fue dispuesto o preparado. Que no es de utilidad ni produce buenos frutos.
II. Es responsabilidad de cada cristiano el no dejarse engañar o seducir por palabras sin sentido, frases irreales, burbujas verbales, diálogo infructuoso o charlas vacías de quienes pretenden trastocar la palabra de Dios para justificar su corrupción moral. Pablo advierte acerca de pasar por alto o adoptar la forma de vida de quienes se apoyan en excusas para conductas pecaminosas en la iglesia o fuera de ella. Ese tipo de personas pueden contaminar con rapidez a los miembros de la congregación y poner en peligro su unidad y propósito. Se debe ser amable con los incrédulos para guiarlos a Cristo y al mismo tiempo ser cautelosos respecto de los vicios o inmoralidades de estos, ya que pueden trascender en nuestras vidas y en nuestras iglesias. No olvidemos que Dios no es compatible con el pecado y Su ira santa caerá sobre aquellos que se regocijan o deleitan en sus transgresiones.
En el mundo antiguo se generó una línea de pensamiento llamada gnosticismo, la cual declaraba que un individuo estaba compuesto de dos partes, espíritu y cuerpo. Los gnósticos afirmaban que lo espiritual era bueno, en tanto que la materia era siempre mala. Que el espíritu era lo único que importa y que el cuerpo no tenía valor alguno. Por tanto, era irrelevante aliviar o satisfacer los apetitos carnales. Dicho de otra manera, los pecados corporales y sexuales no tenían ninguna importancia, porque eran cosas del cuerpo y no del espíritu. El cristianismo enfrentó esa enseñanza concluyendo que tanto el cuerpo como el alma son importantes. Dios es el Creador de ambos. Jesucristo santificó para siempre la carne humana al asumirla. El cuerpo es ahora el templo del Espíritu Santo para los creyentes verdaderos y la salvación de la persona es integral. “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1. Tesalonicenses 5:23).
Hubo otro ataque aún más peligroso que se levantó desde dentro de la cristiandad. Algunas personas en la Iglesia pervirtieron la doctrina de la gracia y la ajustaron convenientemente a sus deseos corrompidos. A continuación, presentamos la reflexión de estos disipados caballeros: “¡sigamos pecando! Cuanto más pequemos, más abundará la Gracia. El pecado no importa, porque Dios lo va a perdonar de todas maneras. De hecho, podríamos agregar algo más: el pecado es algo estupendo, porque le ofrece a la Gracia la ocasión de manifestarse”. La conclusión de este razonamiento es que el pecado produce Gracia. Por lo tanto, el pecar, tiene que ser una cosa buena, ya que le da la oportunidad a Dios de perdonarnos constantemente.
El cristianismo replicó a estos disolutos argumentos insistiendo en que la gracia era un privilegio y un don, pero además una responsabilidad y una obligación. Dios en Su amor hizo provisión continua por el pecado. Así también, espera de los beneficiarios de la gracia, el respeto constante a sus mandamientos y el deseo permanente de agradarle. El más grave perjuicio que cualquier persona puede hacer a un semejante es inducirle a considerar el pecado con ligereza. Pablo exhorta a los conversos a que no se dejen engañar con palabras vacías que despojan al pecado de su gravedad. También podemos revisar Romanos 6 para ampliar el tema. (CB. W. Barclay, 2006).